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Últimamente se han adjetivado dos sustantivos que funcionan de comodín para calificar aleatoriamente al adversario: terrorismo y comunismo. A ellos se les ha reasignado una nueva categoría semántica de insulto desprovista de su significado original, menospreciado en esta dialéctica política. No se libra ni el ... Papa, más comunista que infalible según algunos curas que rezan para que suba al cielo antes de tiempo.
Así, al hilo de la posibilidad que plantea el Gobierno de España de fijar precios máximos al alquiler en zonas con dificultades, en Cantabria hemos puesto el grito en Cuba. El mercado no se puede regular porque eso es comunismo, ha dicho nuestro consejero de Fomento. Aseveración que nos deja perplejos, cuando su propio gobierno quiere regular los alquileres turísticos. Lo que implica que la consejera de Turismo adquiere la condición de camarada.
Lo cierto es que se interviene en el mercado regulado de la luz, del precio fijo de los libros y en otros frentes. Países como Alemania, Suecia o la misma Francia, sin padecer sarampión comunista alguno, imponen límites de precio para regular los alquileres. En Berlín funciona desde 1971 y la propia Merkel reforzó el control y prohibió que las rentas subieran por encima del diez por ciento al cambiar de un inquilino a otro. Precisamente el día que Cantabria rechazó por comunista esta regulación, conocimos que en Bruselas se van a requisar viviendas vacías habitables que no estén en alquiler ni en venta.
En realidad, ya estamos interviniendo en el mercado construyendo viviendas públicas para alquilar a precios más sensatos y dando ayudas económicas a los ciudadanos para que puedan pagar la renta. Estamos interviniendo con dinero público para templar la hoguera de la especulación, considerada hasta ahora un síntoma de inmoralidad no de libertad. Nos cuesta dinero público que algunos hagan el agosto todo el año con su propiedad privada.
Según Marx, la libertad ha existido siempre. Unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos. Hasta ahora no lo habíamos padecido con tanta crudeza. Nuestros gobernantes renuncian a protegernos para alimentar a la primera parte contratante: la libertad económica de algunos privilegiados.
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