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Mientras las luces de Navidad compiten en una explosión de júbilo, las mesas se saturan de platos especiales y se compran miles de regalos, la familia que se salvó de la explosión de La Albericia tirándose por una ventana sobrevive ahora a la segunda tragedia ... de no tener hogar. Protagonistas del cuento triste de Navidad viven hacinados de prestado en una habitación. Cinco personas que arrastran secuelas físicas de lesiones y operaciones. Tienen trabajo y dinero para alquilar un piso, pero 1.700 euros son insuficientes como aval y no encuentran casa.
Así está el mercado. El Ayuntamiento dice haber puesto «numerosas líneas de ayuda para apoyar a las familias» pero al menos ésta sigue pasando necesidad. El Gobierno de Cantabria también está mudo porque el asunto contraría y compromete su discurso sobre la vivienda y pone en evidencia la gravedad de lo que está pasando. También, que se necesitan soluciones urgentes. Esta familia –y las que se encuentren en idéntica situación– no puede esperar a que construyan las 285 viviendas públicas de alquiler prometidas. Tirita que no detendrá la hemorragia.
La situación de estas personas debería avergonzar a los responsables políticos y hacerles reaccionar inmediatamente. Comillas y Castro ya han pedido socorro: la declaración de zona tensionada de alquiler. Pero nuestras autoridades consideran que regular los precios es comunismo, aunque se haga en Alemania o Suecia, y que los propietarios de miles de pisos cerrados en Cantabria no quieren alquilar por miedo a los okupas, que el propio Gobierno alimenta aunque las estadísticas lo desmienten: este año solo hay dos casos.
En estas circunstancias los responsables políticos deben explicar a esta familia que lo mejor es dejar que los alquileres sigan subiendo mientras haya alguien dispuesto a pagarlo. Díganles que ellos tendrán que resignarse a seguir viviendo hacinados en una habitación como escaparate de la peor fotografía de la especulación feroz y agradeciendo que esto no sea Cuba. La presidenta Buruaga concluyó así su mensaje de Navidad: «Que el niño Dios bendiga a vuestras familias». A la de La Albericia solo le queda eso: esperar un milagro.
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