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Era primavera en París en aquel mítico mayo del 68 y en Praga cuando estallaron las protestas ciudadanas frente a los tanques. También cuando una ... corriente revolucionaria fue contagiando a los países árabes en nombre de la libertad y cuando los indignados del 15M conquistaron las plazas públicas al grito de más democracia.
El protagonismo de las protestas ha sido patrimonio de los jóvenes y de mayo, como las flores rebeldes de Neruda. Porque ni siquiera el más feroz de los inviernos ha podido detener la primavera de la edad de la utopía, de la desobediencia, de la playa bajo los adoquines. También ahora es primavera y otra generación de universitarios estadounidenses llevan semanas pidiendo paz en Gaza enfrentados a su propio Gobierno. Pero la pólvora de libertad, el entusiasmo y la rebeldía de los jóvenes están tardando en despertar en las universidades españolas. Ante un desafío humanitario de espeluznante crueldad, la reacción está siendo tibia y minoritaria, cercana a la indiferencia. En esta ocasión se da la paradoja de que los rectores se han movilizado antes que los estudiantes. Mientras en Cantabria el rector Pazos condenaba la «absoluta masacre» del pueblo palestino, las aulas estaban mudas. La diplomacia académica española ha suspendido contactos con los campus israelíes que no rechacen la guerra en Gaza. Pero en Cantabria solo se ha movilizado una tímida y reducida representación estudiantil. La universidad ya no es foco de pensamiento y reivindicación, quizá convertida en factoría de títulos con ambición exclusivamente laboral. Los universitarios de hace algunas décadas todavía aspiraban a cambiar el mundo, ahora probablemente ya solo defienden causas que proporcionen créditos a su expediente académico. Eso les hemos enseñado.
Cuando estos días se critica al periodismo, conviene reflexionar si al otro lado hay ciudadanos críticos interesados en informarse o si simplemente prefieren estar entretenidos.
Hace años el reto del periodismo era contar lo que algunos no querían que se supiese. Hoy el desafío es contar cosas que muchos no quieren saber porque, ingenuamente, piensan que no les afectan. Quizá por eso son tan cautelosos y cicateros con su derecho a protestar.
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