Desconfianza

En este estado de necesidad no extraña que sobren tarjetas de crédito. Con el plástico de las que se retiran el Banco Santander fabrica bancos, de los de sentarse en el parque, en una simbólica polisemia del círculo vital del capitalismo. Pero en lugar de apreciar su vocación de reciclaje, Greenpeace ha colgado una lona gigante en la fachada del Banco en el Paseo Pereda con un fotomontaje de Ana Botín motosierra en mano, a lo Milei, en protesta porque al parecer contribuye a deforestar la naturaleza. Ya, de paso, en este operativo, podían haber rescatado a Concha Espina, que permanece secuestrada dentro del cerco de las obras del edificio, aislada por una valla.

Parece lógico que en Cantabria estemos sensibles con el tema forestal ahora que todos aspiramos a ser pasiegos. Los de Piélagos se presume que son los anteúltimos en adulterar su identidad –solo con fines comerciales– porque acaban de integrarse en los Valles Pasiegos cuyo perímetro, a todas luces excesivamente elástico, se expande por la geografía cántabra como los plumeros de la Pampa.

El alcalde de Vega de Pas reacciona con resignación: ya les han robado el nombre y ahora lo pasiego es una marca. El de Villacarriedo se opone y remite a un estudio de la Universidad de Cantabria sobre los márgenes del territorio pasiego. También el diseño de los itinerarios del MetroTUS lo hizo la Universidad «y mira cómo les salió», replicó el otro. Cuesta confiar en algunas instituciones. Tampoco ayuda que hayan nombrado director de Cabárceno a un gestor de residencias de ancianos que juega muy bien a los bolos.