Diagnósticos

El feo asunto de los hirientes mensajes difundidos desde el anonimato de las redes sociales del Consejo de Estudiantes de la Universidad de Cantabria es un ejemplo. Un mes más tarde nadie ha dado un paso. Ni la institución académica, que sigue investigando. Ni la Dirección de Igualdad, que no aplicará la Ley LGTBI hasta saber qué opina la Universidad. Ni la Fiscalía, muda e indiferente.

En otras ocasiones no pasamos del diagnóstico. Cada vez que algún informe nos saca los colores con las personas en situación vulnerable la deriva más inmediata es anunciar un censo, otro diagnóstico. Con desafortunada frecuencia se tarda tanto en hacerlo que cuando se acaba hay que volver a empezar para actualizarlo. En el Ayuntamiento de Santander empezaron a contar las viviendas vacías en 2021 y ahora, tres años después, nos han dicho que hay 2.222. Medidas concretas sobre esta cuestión aún no se han tomado. Quizá eso también añada un tiempo prudencial de otro año más.

Con los pisos turísticos las autoridades no saben ni cuántos hay y estimación de diez mil procede de los cálculos de los propios hosteleros. Hemos dejado que proliferen sin control y todavía estamos pensando qué hacer.

Y qué decir de un clásico: la abultada nómina de cántabros pendientes de una consulta médica o una operación. Ahora nos dicen que, al parecer, en las listas de espera de la sanidad cántabra hay 1.700 fallecidos. A renglón seguido las autoridades sanitarias lamentan que el 35% de los pacientes no acude a la consulta con el especialista. A ver si va a resultar que son los mismos que se han muerto por el camino.