Dinámica inversa

Más allá de los datos concretos hay algunas evidencias invencibles. El otro día supimos que tras poner en marcha un plan para frenar la despoblación en Cantabria ahora tenemos 408 habitantes menos en estas zonas. Al parecer, una de las medidas ha sido instalar cajeros automáticos en estos pueblos aunque no queden tiendas, bares o gasolineras donde gastar dinero. Por eso también han debido incluir puntos de recarga de vehículos eléctricos. Ahora, ante este panorama, van a aprobar deducciones fiscales en la cuota regional del IRPF, que no parece suficiente aliciente para estimular colonos. Quizá sea más oportuno abordar cuestiones esenciales. Si no tenemos un médico cerca o transporte público para poder llegar a él, entre otras cuestiones, no van a mejorar las condiciones de vida de la gente.

Paradójicamente, mientras más mengua la población de personas, más crece la de lobos, jabalíes y hasta osos que se pasean por los pueblos con generosa impunidad. Para colmo las vacas sufren un nuevo síndrome de fatales consecuencias y se ha dado la voz de alarma sobre la bajada del precio de la leche, que probablemente nunca ha logrado alcanzar un importe digno.

Así, mientras se vacían las casas de los pueblos, los jóvenes no pueden tener las suyas propias. Dice el periódico que el 86% de los cántabros menores de 30 años sigue viviendo con sus padres, no por apego sino porque el sueldo no alcanza para pagar hipotecas o alquileres. Pero a la vista de los resultados precedentes, el asunto puede empeorar si hacemos un plan para remediarlo.