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Si la guerra contra las personas que viven en Gaza no fuese una derrota tan miserablemente cruel y brutal para la humanidad, sería un chiste ... de Gila la estrategia israelí cuyos servicios secretos llaman a diario por teléfono -¿es la guerra?- a habitantes de la franja para recabar información sobre Hamas. Pero lo más desasosegante es que ante un conflicto de esta feroz dimensión sanguinaria haya quienes disputen a los gazatíes su condición de víctimas, a personas asediadas y bombardeadas en una cárcel al aire libre de la que no pueden salir. Pese a la descomunal evidencia hay quienes simplifican un conflicto con tantas aristas y lo convierten en una tensión de buenos y malos justificando que Israel sacrifique a diario vidas palestinas por estar en manos de Hamas. Es la evidencia de una sociedad fanática que obliga a elegir constantemente un extremo, sin basarse en racionalidad alguna sino en simple animadversión u odio a lo contrario. No extraña, así, que polarización sea la palabra del año para la Fundación del Español Urgente. Un extremismo ciego que aplaude que el fin justifica los medios. La intransigencia y la obstinación parecen haberse convertido en combustible vital de una sociedad incapaz de cambiar o atemperar una opinión simplemente porque rechaza a quien sostiene la contraria a la suya. Dos epicentros polares dividen categóricamente cualquier cuestión: feminismo, inmigración o cambio climático. El fanatismo futbolero ha saltado a las arenas políticas y mediáticas. En el terreno ideológico se secuestran las emociones -a menudo sostenidas en falacias, falsos dilemas y falsedades- para agitar el enfrentamiento. El adjetivo terrorista, por ejemplo, ya se aplica a cualquiera que no comulgue con determinado credo.
No extraña que los alemanes hayan elegido como palabra del año Kisenmodus (en modo crisis) para esta sociedad de furia y ruido cada vez menos reflexiva. Y seguramente, por tanto, cada vez menos inteligente de lo que se presume porque posiblemente la polarización no es más que una espiral irracional para beneficio de intereses partidistas. Lo peor es que los hechos no importan cuando, desafortunadamente, la lealtad a las ideas está por encima de la verdad
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