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Los pediatras dicen que nunca se había visto tanto 'virus de la bofetada'. Últimamente se propaga a mucha velocidad en Cantabria, eso que ya tenemos ... el triple de perros que de niños. La cuestión es que enrojece las mejillas y hoy en día, tal como se han desbocado algunos discursos, quizá habrá padres intentando blanquear las apariencias para disimular la cara roja de sus hijos. En Madrid los infectados por el virus rojo, denostado símbolo de sarampión comunista aunque solo sea un efecto cosmético, podrían arriesgarse al exilio.
La epidemia roja no cuajará allí porque, sin ruborizarse, Ayuso abraza enfervorizada el verbo anarcocapitalista de Milei que aspira a una épica ilógica: cambiar el estado de bienestar por el de malestar. Dinamitar el estado, por más disparatada que haya sido considerada esta minoritaria teoría del esperpento ahora resucitada.
Tal vez podría conformarse con ensayar otras fórmulas menos corrosivas como 'la cuadratura del círculo' fiscal que explora Cantabria, con esa bajada de impuestos alabada esta semana por un señor que paga muchos –el presidente de la patronal española– que, según su catecismo económico, no va a repercutir en los servicios públicos. Quizá el problema efectivamente es ese, que van a seguir igual. No hay esperanza de mejora. Dos mil cántabros –el doble que hace un año– habitan el limbo de la dependencia esperando a que se valore su grado de discapacidad. A ello se une una sanidad pública en alerta roja que empeorará ante la masificación turística estival que pronostican.
Hay más predicciones apocalípticas. Además de perezoso éste será un verano seco y caluroso. Efectivamente está empezando a subir la temperatura. En Madrid ya están echando carburante a la motosierra para quemar todos los puentes con la realidad. Aquí en Cantabria también se calienta el debate turístico. Aunque nuestras autoridades, insensibles al cambio de paradigma, siguen recreándose en el advenimiento de más visitantes. Por el momento frente a este desafío solo ha reaccionado Santander para proponer que quizá se pueda regenerar el Cabildo con pisos turísticos. No hay que confundir la fantasía con la imaginación, aconsejaba el escritor Ramiro Pinilla.
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