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La fascinante capacidad creativa de neologismos políticos a nivel local es un mayúsculo deleite. En Santander hemos vivido las fantasías de un fracasado 'MetroTus' y ... una propagada 'Smartcity' cuyos crípticos beneficios todavía no somos capaces de descifrar. Ahora, con el estreno de legislatura, se incorpora al léxico municipal el 'tritubo', calificado por nuestras autoridades de «reivindicación histórica para la ciudad», un pomposo bautismo para referirse a la renovación de siete kilómetros de antiguas conducciones de agua. El Gobierno de Cantabria, que está prometiendo con ilusionada generosidad presupuestaria todo lo que le piden, ha anunciado que lo financiará.
Más inquietante resulta la enésima promesa de regeneración del Cabildo, el trágico barrio en el centro de la ciudad que agoniza con imperturbable indiferencia legislatura tras legislatura. Dicho compromiso, de momento, solo consiste en derribar otros dos inmuebles. Concretamente los números 9 y 13 de la calle Alta, edificios en los que Ayuntamiento compró en enero de este año cuatro pisos por valor de 160.000 euros «para apoyar la renovación del barrio», según justificaron entonces.
No hay de qué preocuparse. La Comisión Mixta para recuperar el barrio que está en marcha desde hace 16 años ahora «está relanzada», nos dicen Gobierno y Ayuntamiento. Tiene, al parecer, el ataque de entusiasmo propio de las serpientes de verano políticas.
Después de la tragedia mortal de 2007 hemos visto naufragar varios bautismos léxicos de planes fracasados: el ARI, el ARU, el PERI y el ARCU. Cuestión que sin duda nos afianza en un perpetuo escepticismo. En el número 14 de la Cuesta del Hospital lloran los nombres de tres muertos. A raíz de aquella noche autoridades y políticos pisaron el barrio invisible. Se hicieron fotos. Nos hicieron promesas. Dibujaron infografías. Organizaron una comisión. Renovaron el pavimento para intentar enterrar el estigma del barrio. Después llegaron los artistas y, alborozados, dibujaron margaritas en las puertas y alegraron con grafitis las tapias.
Lo que no llegó nunca fue la anunciada renovación que ahora nuevamente se invoca. Dieciséis años después persiste esta geografía de ruina y olvido en el corazón de la ciudad.
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