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El Gobierno de Cantabria ha publicado la lista de las indemnizaciones que acertadamente recibirán las víctimas de terrorismo etarra, mientras no muestra ninguna sensibilidad con otras víctimas del terrorismo de Estado asesinadas y torturadas por la dictadura. Su recuerdo molesta tan profundamente que ha derogado ... la Ley de Memoria Histórica que solo trataba de ofrecerles un poco de dignidad. Cuesta entender cómo se puede ser tan compasivo con unas víctimas y, a la vez, tan despectivo con otras. Cabe preguntarse por qué una fecha marca el límite en el que una víctima tiene derecho al respeto y al reconocimiento de la sociedad. Desde algunos púlpitos políticos se predica el olvido. Dicen que resucitar el pasado solo sirve para abrir heridas. Al Ayuntamiento de Santander le resulta incómoda la memoria histórica: desde que se aprobó la ley en 2007, aun no ha borrado la propaganda franquista de los rótulos de la calles. Pero también incomoda la memoria a corto plazo. La de hace solo una década. La pasada semana resucitó un fantasma del pasado. Aquel plan de ordenación urbana de 2014, anulado dos años después porque no se había calculado cómo suministrar agua para tantos habitantes. Lo más curioso fue la reacción del Ayuntamiento: pretendió que el Ministerio pagase la factura de los tres millones de euros que costó elaborar el plan fallido.
Ahora los tribunales dicen que no tienen que pagar los platos rotos todos los españoles. Añade, encima, que el gasto no está justificado, que lo podían haber hecho los funcionarios y no una empresa externa. Alguien dijo que eludir las responsabilidades puede ser relativamente sencillo, pero lo difícil es evitar las consecuencias. Cada decisión provoca unos efectos. En Cartes, por ejemplo, en esta euforia de luces y estética navideña, el alcalde ya no competirá con el de Vigo por ver quién tiene el árbol más largo. Este año el protagonista es Papá Noel, que vuela en su trineo sobre el pueblo. Pero, claro, su misión comercial acaba el día de Navidad y después emprende el regreso a Laponia. Así que deja huérfano el espectáculo en plena temporada alta de frenesí navideño.
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