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El agua mana de los grifos con tanto caudal y naturalidad que parece un recurso infinito. En Cantabria, además, siempre hubo excedente gracias a una lluvia que últimamente ya no cae con tanta frecuencia y alegría pese a la ceguera negacionista de algunos. Antes rebosábamos ... el pantano y regábamos la cuenca del Ebro. No nos costaba nada presumir de solidarios porque además, en el frenesí turístico del verano podíamos aliviar nuestra sequía con un poco de agua del embalse que, en cualquier caso, solo tomamos prestada porque hay que devolverla en el invierno. Ahora caduca ese permiso y, aprovechando que el Ebro pasa por Zaragoza, los aragoneses quieren cerrarnos el grifo del pantano. Al parecer, les asiste el refranero convencimiento de que uno no es de donde nace –léase Fontibre- sino de donde pace: la cuenca del Ebro.
El debate sobre la propiedad del agua que cae sobre la tierra cántabra es un clásico de la retórica política que resucita de vez en cuando. La amenaza de otro que roba nuestros recursos es uno de los discursos fáciles y clásicos que mejor funcionan como mecanismo de exaltación de la identidad. Mientras que las amenazas en otros frentes, donde tal vez sí que convenga dar la batalla, no se perciben con tanta nitidez y por eso no nos enojan ni excitan tanto.
Este año, por ejemplo, al parecer el gordo de la lotería llegó por adelantado. El pasado viernes, cuando el PRC aprobó los presupuestos con sus votos en el Parlamento. «Nuestros ocho votos son la suerte para Cantabria», proclamaron ufanos los regionalistas, que llaman acuerdo a que les dejen repartir el 1% del presupuesto en lo que les apetezca. A cambio, al parecer, se han tapado los ojos para colar por la puerta de atrás de la llamada 'ley de acompañamiento' una cuestión controvertida incluida a última hora: crear conciertos sanitarios privados al estilo de la educación. Es decir, que entidades vinculadas a la Iglesia puedan gestionar servicios sanitarios durante 24 años sin concurso previo. La letra pequeña ha pasado desapercibida en el debate público entre alborozados aplausos de populares y regionalistas.
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