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Algunas estampas infográficas generan bastante inquietud. 'La losa' es una de las más perturbadoras. Desde que se renunció a la eterna promesa insatisfecha del soterramiento ... de las estaciones de Santander hemos venido siendo adoctrinados para asumir que debemos conformarnos con una plataforma conocida ya con este apelativo. A la que probablemente así se seguirá llamando, por más denominación alternativa de cortinilla y placa que pretendan atribuirle cuando se haga realidad.
Tanto diseñar futuros oníricos se ha olvidado la importancia de las palabras y, también, que un ingenio colosal tan esperpéntico como éste urgía un bautismo léxico que evocase algo más que un sepulcro. Un nombre que, sobre todo, le otorgase un poco de dignidad a la solución barata para integrar las estaciones de tren. Si es que logra alcanzarse el propósito, puesto que el recurso escogido tendrá la categoría de un descomunal trampantojo: será como guardar el polvo debajo de la alfombra.
Las reiteradas apelaciones a la losa, las infografías y algunas apasionadas defensas a la solución arquitectónica para cubrir el expediente –nunca mejor aplicada la expresión– no han generado expectación ni alborozo alguno. Ya solo parece interesarles a las autoridades que perpetran el desacierto.
Nadie sabe muy bien para qué se va a utilizar esta azotea, ni siquiera está claro si la losa mejorará el paisaje de los que la miran desde abajo, desde el barrio de Castilla-Hermida.
Habrá parterres con flores. Poca imaginación y mucho cemento, a imitación de otros espacios urbanos sin atisbo de originalidad y, dada nuestra habilidad para las infraestructuras, no descarten que a los pocos meses empiecen a caer goteras sobre el Alvia y los Cercanías.
Ojalá haya suerte y en la losa prenda un espectacular jardín de Babilonia. Ojalá haya alguien interesado en coger un ascensor para recorrer esta atalaya hacia ninguna parte y llegar al final para asomarse al precipicio, al balcón de la belleza dramática de la turborrotonda de la Marga y Candina.
Torrelavega tiene soterramiento. Maliaño, cubrición (otro desafortunado término con doble sentido), y Santander, la losa. Aunque en realidad lo que nos pesa es la falta de ambición.
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