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Las mutualidades dicen que no les interesa seguir prestando asistencia sanitaria a los funcionarios. En Cantabria hay 20.000 afectados. Circunstancia que trae a la actualidad un contrasentido mayúsculo. Gran parte de los empleados públicos tienen sanidad privada mientras los empleados de la empresa privada ... tienen mayoritariamente sanidad pública. En algunas parcelas no se predica con el ejemplo. Algunos gestores públicos apelan recurrentemente a la privatización. Palabra con cierta connotación negativa que tratan de esquivar con expresiones más joviales como concesiones, externalizaciones o colaboración público-privada, que suena infinitamente más tibio aunque el resultado final sea el mismo.
Quizá, según los casos, no haya que tener prejuicios. Pero sí precaución. La gestión de las ambulancias se adjudicó a la oferta privada más barata y, amén de problemas en el servicio, los empleados no han llegado a cobrar la primera nómina.
Las ventajas de algunas operaciones resultan confusas. El Gobierno de Cantabria va a construir 212 viviendas protegidas para alquiler. Para ello tenemos una empresa pública, Gesvican, que a su vez subcontratará a una empresa privada que las construirá con dinero público: 34 millones, 160.000 euros por piso. No es suficiente. Así que la empresa –la segunda parte de la parte contratante– pondrá 17 millones más de su bolsillo. A cambio, cobrará el alquiler de esos pisos durante 50 años, lo que resulta más lucrativo a largo plazo. La cuestión es que el casero será privado y, en caso de conflicto, en las próximas cinco décadas no se podrán pedir responsabilidades al Gobierno.
Pese a este bautismo eufemístico de colaboración público-privada a los trabajadores de Cantur no les ha gustado nada que se haya adjudicado –encima sin concurso– la gestión del hotel y dos cafeterías de Alto Campoo. Por ello protestaron a la entrada de la fiesta de la temporada de esquí, pagada con dinero público, organizada por el Gobierno.
En una reacción que provoca perplejidad el consejero de Turismo pidió perdón a los asistentes por si les habían incomodado los «actos violentos» de los manifestantes, que no rompieron ni un plato de los que van a privatizar en las cafeterías de Cantur.
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