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La reflexión no es un hábito propio en nuestro ecosistema, en la realidad líquida de Bauman, veloz y fugaz, precaria y ansiosa. Una sociedad individualista y consumista donde estamos más entretenidos que informados, donde hemos pasado de buscar y seleccionar información a que nos la ... cuele un algoritmo que decide qué debemos saber y, por tanto, influye en qué debemos pensar.
La desinformación circula envenenada y desenfrenada apelando a la sinrazón. Por ello, el paréntesis de reflexión abierto estos días –que debería habernos alcanzado a todos– lejos de un tiempo de silencio para meditar ha mantenido el tono agrio de una sociedad polarizada en dos bandos que se disputan constantemente el papel de víctima.
La pretendida tregua constata lo que ya sabíamos, que se nos han ido de las manos los discursos de odio, la ira y las injurias con la complicidad no solo de los políticos que los escupen, sino de sus propagadores: ciertos pseudomedios de desinformación, y de las ovejas negras de la justicia. Que las hay, como en todos los estamentos.
Estos tiempos turbulentos exigen que participemos como ciudadanos críticos en el debate social. Eso implica estar bien informados para poder opinar libremente. Gran parte del odio que destila este país procede de informaciones erróneas o falsas, de 'hechos alternativos' construidos por la propaganda para desacreditar al adversario. También del miedo que excitan en nosotros a que nos ocupen el piso, nos atraque un mena –infame bautismo– y a la gran fantasía de que vivimos en un sistema comunista. Quizá la quimera más esperpéntica e hilarante de las ruedas de molino que nos hacen tragar.
Decía Kapucinsky que en las guerras las primeras balas que se disparan son las palabras. Que empiezan cuando cambia el lenguaje. Cuando el insulto sustituye al argumento, se escupe desde las instituciones y se jalea sin ninguna consecuencia estamos ya ante un desasosegante naufragio ético.
Ahora que Kant cumple trescientos años se reivindica su audaz proclama: 'atrévete a pensar'. Eso exige atreverse a saber y también, en tiempos de desinformación, militar en el escepticismo de la duda para no confundir consignas con certezas.
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