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Antes a los niños les metían miedo con el 'coco' o 'el hombre del saco' para obligarles a obedecer. Algunos discursos políticos siguen utilizando la táctica para abrir aún más brechas en la sociedad que les beneficien electoralmente mediante fábulas con protagonistas más contemporáneos. Como ... los migrantes. El 75% de los españoles les vincula con la inseguridad. El miedo nace de la inexistente relación entre emigración y delincuencia que, con mayor o menor sutileza, propagan algunos. «España es muy grande y los refugiados se pueden acoger en muchos lugares», espetó la presidenta Buruaga para rechazar un centro de refugiados en Maliaño. Cantabria recibirá a 29 niños y adolescentes –a quienes llaman menas, equivalente a delincuente potencial– procedentes de Canarias, con el notorio recelo de la subdirectora de Infancia que prefiere acabar con la inmigración siguiendo el modelo Lampedusa: pasando la patata caliente al siguiente puerto.
Todo un derroche de sensibilidad. Aunque admite que ninguno de los 397 menores que han pasado por Cantabria en los últimos diez años han tenido problemas con los juzgados. Donde, por cierto, en los últimos meses solo han recibido dos demandas por ocupación ilegal de viviendas. Siete el año pasado. Una cifra que ridiculiza el dramatismo del consejero de Fomento que, en lugar de apelar a la realidad para quitar el miedo a la gente, insiste en gritar que viene el coco mezclando morosos con okupas. «La gente sabe que si te viene un señor de Ámsterdam, a la semana se te marcha de casa, pero si se te mete un señor de aquí mismo, lo más fácil es que no vuelva a marcharse de casa», argumenta. Estamos ante una nueva fractura. Los cántabros que quieren vivir de alquiler son potencialmente okupas que no están a la altura moral de los ciudadanos de orden: los rentistas. Curiosamente como inquilinos las autoridades cántabras prefieren extranjeros. Pero solo en la categoría de turistas. Cuando los niños se atreven a abrir los ojos en la oscuridad descubren que no existe el hombre del saco. Pero hoy algunos se esconden bajo ese disfraz para mantenernos atemorizados y obedientes.
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