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Los políticos no están precisamente en su mejor momento de popularidad. El otro día decía una encuesta que tres de cada cuatro cántabros desconfía de ellos. Tal vez a fuerza de reiteradas decepciones nos hemos ido haciendo inmunes a sus anuncios, promesas y palabras. Entonces, ... frente a la vieja política pareció alumbrar una nueva que llegó para incrementar nuestro escepticismo desprestigiando, no solo a sus competidores electorales, sino incluso a las propias instituciones.
En cualquier caso, cada vez somos más impermeables a sus mensajes y tienen que inventar atajos y estrategias para llamar nuestra atención. Así que ahora vivimos en una campaña permanente incluso desde las propias instituciones. Nuestra autoridad municipal, la alcaldesa de Santander, para perplejidad del respetable, ha debutado con un imaginativo género de comunicación política: un mitin infantil, concretamente dirigido a lactantes. Así, los recién nacidos han sido convocados a escuchar su primer discurso, en un acto de bautismo político inédito. Podría inducirnos a malpensar que perpetrado para que sus familias sepan a quien agradecer los 200 euros que reciben los nuevos ciudadanos de Santander.
La ceremonia escenificada en el Palacio de Exposiciones podría considerarse algo excesiva, en relación a la modesta cuantía de la ayuda que, para resultar útil, tal vez debiera aspirar a ser más generosa con las familias que precisan recursos económicos. Cabe sospechar que en realidad tampoco esa es la ambición.
Pero, atención, que la iniciativa tiene visos de continuidad y se celebrará –sin pudor alguno– con periodicidad trimestral.
La fotografía de los niños que llegan con 200 euros debajo del brazo imita otras imágenes que se repiten con acostumbrada frecuencia, cuando los alcaldes de turno se retratan con las personas en desempleo que acceden a un trabajo temporal en los ayuntamientos.
Quizá convenga romper algunas costumbres. Ahuyentar los fantasmas del lirismo peronista de los descamisados. Recibir una subvención o ayuda y obtener un empleo generado por un ayuntamiento es un derecho social. A cambio, por una elemental cuestión de dignidad, no tenemos que aplaudir ni que retratarnos con las autoridades
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