La soberanía de lo simple

Cuesta encontrar muchas más iniciativas ambiciosas que poner en marcha porque al parecer el fantasma del comunismo nos amenaza en cualquier esquina. Así, mientras los pisos turísticos continúan a su libre albedrío por ese temor a la regulación, los hosteleros protestan porque a partir de ahora para registrarse en un hotel los clientes tendrán que declarar qué relación de parentesco tienen entre ellos. Como en los tiempos en los que pedían el derogado libro de familia.

Dice el Ministerio de Interior –el que perpetra la ocurrencia– que es una medida para luchar contra el crimen organizado y el terrorismo. Para descartarnos como sospechosos tendremos que responder a un cuestionario de 42 datos personales. Va a ser más intenso que una inspección de Hacienda. De hecho, con semejante test podríamos examinarnos del teórico de conducir en el mostrador de recepción, ahora que hay tantos retrasos para obtener el carné por el método ordinario. Así que, paradójicamente, el ministro Marlaska nos multiplica la burocracia mientras Cantabria trata de reducirla con la estrategia de la simplificación. Por ejemplo, si algo molesta, véase la Ley de Memoria Histórica, pues se deroga. Así de simple.

Pero suele pasar que cuando una herida se cierra en falso enseguida se abre la cicatriz. El pasado lucha por salir a la luz. A veces asoma de manera simbólica. En el patio del Colegio Menéndez Pelayo se ha abierto una grieta que procede del refugio antiaéreo de la Guerra Civil que circula por debajo del recreo de los niños. Pretenderán cicatrizar la herida con una solución técnica, estética. Como en la calle Alcázar de Toledo donde anuncian una renovación integral para cambiar todo menos lo más imprescindible a estas alturas de democracia, que es el nombre.