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Las rebajas de verano han llegado antes que el susodicho. También las trompetas de los baños de ola truenan mientras caen granizos XL en Valderredible ... y los refugiados del recalentamiento del sur y del Mediterráneo que veranean entre nosotros deben estar desconcertados y demasiado frescos. Una cosa es huir del calor y otra pasar frío, quizá hasta las estaciones se hayan contagiado ya de la tan predicada polarización.
El verano está perezoso pero aun así miles de visitantes ya han cogido posiciones para disfrutar del Cantábrico. En Santander han anunciado que, en breve, nos van a repartir carnés de ciudadano y de turista, para que cada uno según nuestro origen y clasificación tengamos la acreditación que nos corresponda para circular por la ciudad.
En esta distopía municipal todavía no se ha concretado para qué servirán exactamente pero las autoridades confían –quizá con recurrente ingenuidad- en que mantendrán alguna conexión con otras smartgaitas programadas hasta para neutralizar la masificación turística. Al parecer en Santander tendremos un ingenio capaz de dispersar a las multitudes de playas y avenidas atiborradas, porque –pásmense con el Smart lenguaje– las instrucciones del cacharro dicen que «permite optimizar la gestión de flujos turísticos y reconducir a los turistas a otras zonas de la ciudad».
Al otro lado de la realidad, mientras todo el mundo ansía venir de vacaciones aquí resulta que en Cantabria somos unos infelices. Un estudio de la CEOE local desvela que la mitad de los trabajadores cántabros sentimos agobio y presión constante en nuestro trabajo y tenemos problemas para dormir. No contribuye al sosiego que ellos mismos, los empresarios, nos han despertado la intranquilidad cuando el otro día se quejaron de que somos una comunidad de tercera y que el Gobierno no termina de arrancar. También se detecta agobio en sus señorías parlamentarias, pero en su caso lo remedian fácilmente. Como los plenos de los lunes se les hacen largos están pensando hacer la mitad una semana y la otra mitad la siguiente. Tampoco repercutirá sustancialmente en nuestras vidas. No como el 80 por ciento de los consultorios rurales que se quedarán sin médico algunos días este verano.
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Ana del Castillo
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