El malestar del profesorado
El profesorado está molesto porque percibe que la riqueza de un proceso tan profundamente humano como el de educar se está despersonalizando
Oliverio Martínez Cepedal
Sábado, 23 de marzo 2024, 07:38
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Oliverio Martínez Cepedal
Sábado, 23 de marzo 2024, 07:38
La evaluación del aprendizaje del alumnado, tras año y medio de implementación de la nueva ley educativa, está siendo un problema; un problema serio que ... mina la confianza de la comunidad educativa en la institución escolar. El actual paradigma evaluador establecido por los decretos de currículo, en cuya gestación estuvo ausente el profesorado, parte de unas competencias tan etéreas que recuerdan a aquella metáfora de Alessandro Baricco cuando relataba que sostener una seda japonesa entre los dedos, era como coger la nada. Así se sienten muchos docentes, cuando partiendo de la nada curricular, deben ir desagregando competencias específicas en docenas de criterios de evaluación, que luego crecen exponencialmente en base a diferentes indicadores y descriptores de rúbricas, tan largos y tediosos como ineficaces.
El panorama se vuelve más desalentador cuando muchos docentes constatan que su alumnado de la ESO y enseñanzas postobligatorias aborrecen el nuevo sistema evaluador, o que este les resulta absolutamente incomprensible a las familias. El malestar es tan evidente en muchos sectores docentes, que la Consejería de Educación se ha empeñado en propagar entre el profesorado la utilización en línea de una plataforma de evaluación formativa, gestión del aula y planificación. No han comprendido nada. El malestar docente en el campo de la evaluación no se circunscribe sólo al embrollo burocrático (uno más) que conlleva, sino a la esencia misma del nuevo sistema. En efecto, el profesorado está molesto porque percibe que la riqueza de un proceso tan profundamente humano como el de educar se está despersonalizando, y en lugar de docentes, se están convirtiendo en contables cuyo principal y casi único cometido es describir, categorizar, anotar y ponderar conocimientos, destrezas y actitudes. La plataforma se presenta con una rutilante envoltura tecnológica y quizás ahorre tiempo, pero transita lamentablemente por la senda de deshumanización del hecho educativo al reducirlo, aplicando una lógica empresarial, a simples estadísticas, algoritmos y procesos estandarizados. Es fácil intuir el interés económico que puede suscitar hacerse con este servicio, que entre otras sinecuras, dejará en manos privadas la custodia de datos personales y académicos de decenas de miles de alumnos y alumnas de Cantabria.
Las expectativas y potencialidades que la nueva ley educativa, la LOMLOE, podía contener, se han visto defraudadas por un desarrollo reglamentario en extremo frustrante. La obsesión por teorizar, por introducir nuevas terminologías pensando que eso es suficiente para cambiar mágicamente la realidad de las aulas, y creer que basta con escribir en un boletín oficial para producir de un día para otro un giro copernicano en el sistema educativo, parece ser el pecado original con el que nacen casi todas las reformas educativas en este país. Resulta desalentador comprobar cómo, una tras otra, las diferentes administraciones no entienden que los cambios en el sistema deben ser progresivos, debatidos y sentidos como propios por una mayoría del profesorado. No hacerlo así conduce inevitablemente a que todo cambie para que todo siga igual; o peor aún, a despropósitos como el que se ha organizado ahora con los procedimientos de evaluación.
A día de hoy, quienes pasamos a diario por los centros educativos y tratamos de testar el estado de ánimo de los claustros, llegamos a la conclusión de que hay un malestar generalizado entre el profesorado. Los docentes salieron exhaustos de la pandemia y ahora tienen que enfrentarse a una realidad escolar que se ha vuelto, si cabe, todavía más compleja que antes de la crisis sanitaria. Muchos se sienten cada vez más exigidos, agobiados por la compleja diversidad de aulas masificadas, necesitados de más medios, desbordados por una burocracia espantosa…
La nueva Consejería de Educación prometió diálogo, pero el curso escolar ya ha superado el ecuador y el diálogo no se traduce en nada concreto. Una carta firmada por cientos de docentes, demandando un cambio en el sistema de evaluación que tanta frustración está generando, debería tener una respuesta oficial que no sea la de estandarizar unos procesos absurdos mediante el uso de plataformas digitales, como se ha descrito. Por otra parte, los anhelos de un mayor reconocimiento social de los docentes y de una inversión mucho más decidida en la red pública de centros no pueden ser desatendidos por más tiempo. Tampoco es solución plantear mejoras laborales solo para una parte del profesorado, como está pretendiendo el consejero con algunas propuestas que ha hecho recientemente; propuestas que convierten dichas mejoras en privilegios para unos y en agravios para otros. Es un mal camino el que empieza a seguir el señor Silva si cree que puede desatender las demandas del profesorado o abordarlas buscando la división del colectivo. Tarde o temprano, el malestar docente se decantará y terminará por cristalizar en movilizaciones, como las que en otros momentos ya tuvieron lugar en nuestra Comunidad Autónoma.
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Ana del Castillo
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