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Pues así, como quien no quiere la cosa, que se ha puesto de moda la olla ferroviaria, quizás porque la cocina lenta tiene más sabor que la rápida, que tampoco está mal, pero que nada tiene que ver con la tradicional de reloj y paciencia ... de nuestros abuelos y abuelas.
Además del sabor, lo que los amantes de la gastronomía vintage buscan es el ritual de poner en funcionamiento la olla, como lo hacían los maquinistas, fogoneros y guardafrenos del viejo tren de La Robla, en su trayecto Bilbao-León, para poder comer caliente durante sus duras jornadas de trabajo entre 10 y 16 horas. Primero conectando un tubo desde el serpentín de la locomotora hasta una vasija, donde conseguían unos excelentes cocidos al vapor, y después utilizando el carbón, creando todo un arte culinario.
Originaria de Mataporquera (Valdeolea), la olla ferroviaria se ha ido extendiendo por todo el territorio de Campoo-Los Valles, y por Asturias, Vizcaya y el norte de Burgos y Palencia, o en cualquier lugar del mundo donde se encuentre un cántabro amante del guiso a la antigua usanza.
Quienes hemos viajado en La Robla, sabemos bien lo que era aquel viejo tren, capaz en su ajetreo de lanzar al viajero desde su asiento al asiento del otro lado del pasillo, con el consiguiente pitorreo de los otros ocupantes del vagón, engullendo con serias dificultades sus bocadillos de morcilla, queso, tortilla o jamón, y poniéndose tibios con la bota más que en la boca, en la camisa o el pantalón.
Eran otros tiempos, donde para ir de Santander a la Montaña Palentina había que hacer escala unas horas en Mataporquera, y al no tener la olla ferroviaria, pues no te quedaba otro remedio que ir a un bar a comer un cocido o llevarte un bocata para matar el hambre y el rato en la estación.
Y digo yo, que en esta Cantabria nuestra, donde hay tantos amantes de la buena gastronomía, no va a existir uno que sea capaz de investigar la manera de elaborar un bálsamo que consiga despertar a nuestros políticos cántabros de su letargo... pues si un buen cocido mejora teniendo paciencia en el fogón, las leyes si no son publicadas a tiempo, no ejercen su debida función, convirtiéndose más en un problema, que en una eficaz solución. Y es que lo que no puede ser es que la clase política en vez de estar entregada a mejorar la vida de los ciudadanos, esté más pendiente de sus garbanzos, cocinados en una olla ferroviaria o no. ¡Así que menos salir en la tele y más carbón!
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