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Lo mío con el número 11 es más de cuarto milenio que de otra cosa, pues no solo me jubilo un 11 de septiembre, sino que lo hago a los 65 años, que suma 11; lo que no está mal para quien ha nacido en ... Bonifaz 11, un 11 del 9 (1+1+9), que suma 11 y en el año 56, que suma 11 también.
¿Casualidad? Pues hombre, podría serlo si no hubiese salido publicado mi acceso directo como funcionario de Educación en el BOE del 4 del 7 que suma 11, y no hubiese hecho la mili en la División Acorazada número 11, en el cuerpo de Automóviles 11 y teniendo la taquilla 11. Y no sigo porque ya sé que hay gente que estas cosas, cuando ya coinciden con muertes de familiares, bodas, bautizos, les ponen muy nerviosos; pero la realidad es que el número 11 me acompaña para lo bueno y para lo malo durante toda la existencia, tanto que en septiembre tendré que ir al colegio durante 11 días, 7 de papeleo y 4 de docencia, que vuelven a sumar 11, como la fecha del BOE de ingreso.
Desde 1980 en que aterricé en la 'Aneja', como profesor de apoyo sustituyendo a Manuel Pérez, han pasado muchas cosas, demasiadas, tanto en la vida académica, como en la política, la sindical y la periodística, sendas sinuosas por donde ha discurrido mi trayectoria profesional.
En mi recuerdo queda la frase de don Manuel: «Estos niños de 6 años son muy buenos», cuando entré de sustituto en su aula con un alumno de prácticas, y todo fue coser y cantar, hasta que se marchó y los alumnos tan maravillosos, pensando que los dos éramos alumnos de Magisterio se convirtieron en unos 'gremlins'.
Yo estaba blanco, pero el de prácticas, ya no tenía color alguno, acorralado contra la puerta, mientras yo veía como me empujaban contra un alumno de rodillas para que diese una buena voltereta, o me rompiera la cresta.
Como ya casi era la hora de la salida, la cosa no fue a más, pero este 'menda' se fue a casa dispuesto a abandonar la profesión, lo que impidió mi madre advirtiéndome de que «eran niños y no fieras», lo que ya por la tarde pude comprobar, cuando en vez de tratarles como un domador, les traté como el maestro que era.
Y así hasta hoy, donde espero que, en mis últimos cuatro días de docencia, al estar de paso, mis alumnos no me monten la 'marimorena', cosa que no creo gracias a mi experiencia. ¡Qué sabia era mi madre, bendita sea!
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