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Se cumplen ahora 45 años de la denominada Operación Golondrina, nombre que recibió la compleja operación logística desarrollada por nuestras Fuerzas Armadas para evacuar la ... entonces provincia del Sahara Español. A ese desenlace se llegó tras el célebre 'Acuerdo Tripartito de Madrid', firmado el 14 de noviembre de 1975 entre España, Marruecos y Mauritania y que puso fin a 92 años de presencia española ininterrumpida en ese territorio africano.
La retirada fue una operación militar de enorme dificultad pero perfectamente ordenada. Una diferencia sustancial con lo que le ocurrió a Francia en Argelia, donde la descolonización dejó sobre la arena miles de muertos o al Reino Unido en la India o a Italia en Etiopía, Eritrea y Libia.
Los planes de la operación Golondrina, redactados por la Jefatura del Mando Componente Terrestre y fechados el 10 de octubre de 1975, contemplaban la evacuación del personal militar desplegado en el territorio, unos 12.000 hombres (7.000 por barco y 5.000 por vía aérea); pero también de toda la población civil, otras 25.000 personas. Además de las personas, hubo que transportar unas 40.000 toneladas de material (equipamiento militar y enseres civiles) y un parque de unos 3.500 vehículos de todo tipo, en su mayoría militares. Los responsables militares tuvieron claro desde el primer momento que no estaban dispuestos a abandonar allí ni los restos de los españoles que reposaban en los cementerios, que igualmente fueron trasladados a la península. La evacuación tenía un plazo previsto de ejecución de sólo 160 días -algo más de 5 meses- pero se culminó de manera impecable en un tiempo inferior que no llegó a cuatro meses.
El desarrollo de la operación conllevó un enorme esfuerzo organizativo por parte del Estado Mayor del Sector del Sahara que en aquel entonces mandaba un santanderino, el coronel José María Bourgon López-Dóriga; uno de esos ilustres militares que ha dado Cantabria pero que han pasado desapercibidos para la historia de nuestra región. Pero por encima de las individualidades, nuestras Fuerzas Armadas, con enorme disciplina y profesionalidad, pese a estar conformadas entonces por simples soldados de reemplazo (de 'la mili'), demostraron una eficacia que asombró a propios y extraños, pese a la precariedad de medios materiales de que disponían entonces. Hasta la Compañía Transmediterránea colaboró en una evacuación sometida a la presión añadida de que España estaba bajo el punto de mira internacional y con el ejército marroquí tomando posesión inmediata de los puestos militares, a medida que nos retirábamos del territorio.
Las dificultades hoy nos parecerían inabordables. Hablamos de un territorio de una gran extensión, 270.000 kilómetros cuadrados, similar a la península en kilómetros de norte a sur y aproximadamente la mitad de este a oeste; con una exigua red de carreteras asfaltadas (prácticamente todo eran pistas de arena); con sólo dos pequeños aeropuertos en El Aaiún y Villa Cisneros y sin puertos comerciales de entidad (sólo uno pequeño en Villa Cisneros y un pantalán/cargadero de mineral de la empresa Fosfatos de Bucraa en la costa cercana a la capital, que se adentraba 3 kilómetros mar adentro porque la extensa plataforma continental imposibilitaba la aproximación de los barcos cargueros).
El 26 de febrero de 1976, el Ejército español culminó la retirada. Nadie recuerda hoy lo que fue la mayor proeza logística de nuestras Fuerzas Armadas durante la segunda mitad del siglo XX. Seguramente cayó pronto en el olvido porque se ejecutó de manera eficaz y sin incidentes. Los éxitos no dan tantos titulares de prensa como los fracasos.
El Clúster de la Industria de Defensa (CID) quiere contribuir a recuperar la memoria de este acontecimiento histórico y para ello está organizando en Santander las I Jornadas sobre Logística, Infraestructura y Comunicaciones de Defensa (Logincomdef 2020) que van a convertir a nuestra capital, durante dos días, en el epicentro del debate sobre las necesidades actuales y los retos de futuro de nuestras Fuerzas Armadas en estos ámbitos, en los que la innovación y las nuevas tecnologías juegan un papel determinante. El evento pretende reunir a la cúpula militar en este campo. Así, se espera contar con los generales y almirantes máximos responsables de la Dirección General de Infraestructura y del Centro de Sistemas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones del Ministerio de Defensa; del Mando de Apoyo Logístico y la Inspección General del Ejército de Tierra; del Mando de Apoyo Logístico del Ejército del Aire y de la Jefatura de Apoyo Logístico de la Armada Española, junto con sus equipos directivos. La mayor parte de ellos han confirmado ya su asistencia. Esta primera edición contará también con la presencia del director general de Hisdesat para hablar de la importancia de los satélites en las comunicaciones militares. Fiel a sus objetivos fundacionales, el CID busca no sólo la excelencia en cuanto a los contenidos que se abordarán en estas jornadas, de la máxima actualidad por otro lado, sino también favorecer las relaciones entre Fuerzas Armadas, industria del sector y centros de investigación.
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Ana del Castillo
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