![Opiniones de bouba/kiki](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202204/15/media/cortadas/72856654--1248x1380.jpg)
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El psicólogo Wolfgang Köhler (1887-1967) alcanzó fama hace un siglo por varias hazañas. La primera, estudiar la mentalidad de los chimpancés en la Estación de Antropoides de Puerto de la Cruz, Tenerife. La segunda, crear con otros colegas la Psicología de la Gestalt, o ... de las formas a través de las cuales configuramos nuestra percepción de la realidad. Y la tercera, haber demostrado que los sonidos del lenguaje, lejos de tener una relación completamente arbitraria con los significados (como parecería deducirse de la gran diversidad de idiomas), guardan afinidad con determinadas imágenes e incluso valores.
Köhler mostró a sus vecinos canarios dos formas, una de perfiles redondeados y otra de perfiles puntiagudos, y les preguntó cuál dirían ellos que era 'maluma' y cuál 'takete' (dos palabras que él se había inventado). Para su sorpresa, la mayor parte de los hablantes relacionaron 'maluma' con la figura oronda y 'takete' con la puntiaguda.
Hace dos décadas, V. S. Ramachandran y E. Hubbard repitieron el mismo test con hablantes de lengua tamil y de inglés, esta vez con las palabras 'bouba' y 'kiki', y el resultado fue de nuevo una altísima correlación. Esta se produce, según posteriores investigaciones, ya cuando los niños tienen dos años y medio. En cambio, es menor en el autismo (baja a menos de un 60%) y ausente en la ceguera de nacimiento (que desarrolla correlaciones con otros sentidos).
Lo fascinante es que el mero sonido de las palabras evoca conceptos e imágenes. Estudios con nombres propios revelaron que si oímos 'Molly' pensamos en cuerpo orondo y personalidad alegre, mientras que 'Kate' suscita una figura delgada y un carácter de determinación. Es decir, hay una inclinación natural, por una especie de mímesis o similitud de base, a relacionar formas sonoras y valores.
Esto podría tener efectos insospechados en el funcionamiento de la opinión pública en las democracias (estudios habrá con toda seguridad, pero quizá más en el campo de marketing político que en el de la ciencia política, donde a menudo se intenta relacionar la intención de voto con el carácter y/o el entorno familiar, como en obras recientes de George Lakoff).
Tomemos, por ejemplo, 'superávit' y 'déficit'. Por alguna razón, la primera suena guay, a cosa positiva y ascendente, remarcada por esa tilde en tercera sílaba, como si llegásemos a una cumbre, y por esa 'a' tan fuerte y dominadora. En cambio, 'déficit' tiene una efe como al hacer 'pfff' y soltar el aire de cansancio o desdén. Uno es 'bouba' positivo y otro 'kiki' negativo.
El caso es que el superávit puede ser también 'kiki'. Cantabria cerró su presupuesto de 2020 con un superávit de 70 millones de euros; el de 2021, con casi 130 millones; y ahora la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal prevé que cierre 2022 con otro superávit, este del 0,7% del PIB, unos 100 millones. Resumen: cuando más ayuda e inversiones necesitaba la región por culpa del covid-19 y la guerra de Rusia, la autonomía de Cantabria ha tenido ingresos de sobra todos los años, en comparación con los gastos que había prometido realizar. ¿A que 'superávit' ya no parece tan 'bouba' o 'maluma'?
Recordemos que, en ausencia de restricciones de Bruselas a las cuentas públicas, solo existe una orientativa 'tasa de referencia'. En 2020 no había ni eso: Cantabria podría haber gastado a placer, pero acabó con superávit, es decir, no estuvo a la altura de un año catastrófico. En 2021, Cantabria podría haber incurrido en un déficit de -1,1% para apoyar a los cántabros, pero tuvo superávit de 0,9%. Por tanto, se perdió 280 millones de gasto posible y aceptable. Y ahora en 2022 podría incurrir en un déficit de -0,6% o unos 85 millones, pero tendrá el superávit de 100 millones. Estamos a punto de perdernos otros 185 kilos, pues. ¿Cómo no se va a resentir la evolución de la economía y del empleo ante esta pérdida sistemática de combustible?
Por el contrario, en situaciones de crisis, un déficit significa que el Gobierno ha hecho un esfuerzo titánico más allá de sus capacidades de ingresar recursos, a fin de que la sociedad pueda capear la tormenta. Así que el déficit puede ser 'bouba' igualmente, como descubrió Keynes.
Si no hay más debate sobre estas situaciones, es porque intuitivamente el electorado no se siente inquieto ante el 'superávit-bouba'. Parece que hemos tenido unos 'beneficios' de 300 millones, en vez de palmar 500. Conclusión: no todo superávit es 'bouba' y no todo déficit es 'kiki'. El superávit pincha como la estrella 'kiki' de Ramachandran.
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