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Economía y medio ambiente son dos realidades interdependientes, en tanto en cuanto nuestra sociedad necesita un flujo constante de materias primas para su transformación en bienes y servicios que nos proporcionan desde alimentación, infraestructuras, agua, energía, vivienda o vestimenta, hasta dispositivos de movilidad, comunicaciones o ... sistemas para compartir información. Desde la Revolución Industrial, el modelo de crecimiento y el sistema de bienestar de nuestras sociedades se ha basado en el empleo de los distintos recursos naturales que, tras ser transformados dentro de la cadena de producción e incorporados a la cadena de consumo, acababan convertidos en residuos cuyo destino final era fundamentalmente los vertederos. A este modelo de extraer, producir, consumir y tirar, se le conoce como economía lineal.
En los años 80 empieza a hablarse ya de economía circular y, hoy en día, está dejando de ser un concepto abstracto para adquirir cada vez más protagonismo, al convertirse en un referente de los grandes cambios o transiciones que necesitan los modelos y estilos de vida actuales, los cuales implican una alta presión sobre los recursos, la degradación de los ecosistemas y la pérdida del capital natural. Nos encontramos pues ante nuevos patrones de desarrollo que garanticen un futuro sostenible, transformando sustancialmente nuestras formas de producir, consumir y vivir. A su vez, en estos últimos años, se ha constatado una atención creciente entre científicos, responsables políticos, sectores empresariales y organizaciones en todo el mundo. De hecho, la Estrategia Española de Economía Circular, impulsada desde el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, se alinea con los objetivos de los dos planes de acción de economía circular de la Unión Europea.
El consecuente cambio del modelo lineal hacia uno circular, es una realidad que conlleva grandes oportunidades económicas, tanto por ahorro de materias primas, competitividad y oportunidades de negocio como sociales. Una apuesta decidida por la expansión de la economía circular podría crear nuevos yacimientos de empleo, más allá del reciclaje. La economía circular se presenta, por tanto, como una alternativa necesaria para desvincular el crecimiento económico del consumo de recursos y del deterioro ambiental. No cabe duda de que este salto de lo lineal a lo circular exige un cambio radical de visión, no sólo por parte de empresas y gobiernos, sino de toda la sociedad.
En este contexto, los nuevos modelos de economía circular pueden suponer una oportunidad de desarrollo rural. Un informe de la Fundación Cotec señala que la economía circular debería ser un tema transversal a todos los sectores económicos, en la medida en que supone apostar por un desarrollo sostenible. De hecho, algunas ramas de actividad directamente vinculadas a las zonas rurales, como la industria agroalimentaria y los sectores pesquero y forestal, presentan un gran potencial.
En lo atinente a Cantabria, el envejecimiento de la población y en especial de las zonas rurales, es un hecho que ocurre desde hace décadas. Las medidas para cambiar este tipo de tendencias son complejas y con resultados de largo plazo. La zona rural dista de ser algo homogéneo. Cada territorio presenta particularidades que suponen que las políticas deban atender específicamente cada zona. Esta crisis ha evidenciado el potencial de las zonas rurales para atraer población y crear empleo y la importancia de los principios de la economía circular.
El emprendimiento rural, en especial aquel vinculado a la economía circular, podría funcionar como la pieza clave de la dinamización del territorio en el que se inserta y, por ello, atacando directamente a una de las causas principales del despoblamiento de las zonas rurales, esto es, la falta de oportunidades laborales. Cantabria cuenta con características que pueden hacer de nuestro territorio un lugar propicio para que estas prácticas de economía circular cristalicen en un número importante de actividades empresariales. Así, en el sector agroalimentario, el reciclado de productos forestales, la creación de plataformas para compras de maquinaria en común o la cooperación con otras actividades de la zona rural, pueden generar oportunidades para nuevos negocios.
Sin embargo, la economía circular es aún hoy en día una gran desconocida, por lo que la formación en este tipo de contenidos debería de tener por objetivo dar a conocer su significado y sus implicaciones. El reto es preparar el mercado de trabajo para la transición a una economía circular y baja en emisiones, tanto desde la perspectiva de los trabajadores, adaptando sus capacidades y habilidades a las nuevas demandas del mercado, como desde la perspectiva de las empresas y administraciones públicas, adaptando la cultura empresarial a los principios de la responsabilidad social empresarial y garantizando las condiciones de seguridad y salud en los puestos de trabajo afectados por el cambio a la economía circular. En definitiva, advertida la insostenibilidad del actual modelo lineal que se ha impuesto como el patrón de desarrollo económico dominante, es necesario avanzar en la implementación de un modelo de desarrollo y crecimiento que permita optimizar la utilización de los recursos, materias, productos y servicios disponibles manteniendo su valor en el conjunto de la economía durante el mayor tiempo posible y en el que se reduzca al mínimo la generación de residuos. Este enfoque debe poner las bases para hacer posible una transición justa y solidaria hacia un nuevo modelo que promueva la protección del medio ambiente y la transformación del sistema productivo y, al mismo tiempo, el progreso, el bienestar social y la igualdad de género.
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