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Del hastío que provoca la reclusión domiciliaria y de la preocupación por el alcance de la pandemia nos viene a rescatar un cierto orgullo ciudadano ... por la respuesta ejemplar de la sociedad ante la crisis. No hay más que asomarse a las calles casi vacías y en un silencio sólo roto por los aplausos nocturnos al personal sanitario que pelea en primera línea contra el coronavirus con medios precarios. El reconocimiento se extiende a las fuerzas de seguridad que ponen coto a los pocos desaprensivos de turno, a los empleados de los establecimientos que atienden las primeras necesidades y de los transportes, al ejército y a los servicios sociales que desinfectan los focos de contagio y socorren a los sin techo.
La responsabilidad compartida aparece por todas partes: en la disciplinada cola del pan que guarda las distancias; en el cartel que un joven vecino ha pegado en el ascensor ofreciéndose a hacer las compras y recados a las personas mayores, el principal grupo de riesgo, en las redes sociales; en todas las personas que se arman de valor cada mañana para acudir a la oficina o la fábrica, y en los que intentan apañarse en el teletrabajo; en los profesores y alumnos que sacan adelante las clases 'online'; en las empresas que se reciclan sobre la marcha para producir material sanitario urgente con ayuda de voluntarios… No predomina entre la gente la letanía de quejas desmoralizantes ni las reacciones de histeria desesperada, sino un emocionante despliegue de solidaridad y la determinación de cumplir con el deber para superar cuanto antes la situación que impone un cambio radical en la vida cotidiana y grandes restricciones.
De momento, claro. La crisis no ha hecho más que empezar y habrá que ver si la entereza ciudadana se mantiene o se resquebraja en función del tiempo que se prolongue el estado de alarma, de la evolución sanitaria de la pandemia y de sus efectos en la economía y el empleo que pueden ser devastadores o lo están siendo ya: 127 ERTE en Cantabria hasta el jueves. Lo menos que cabe exigir a las Administraciones y a la clase política es que estén a la altura que están demostrando los ciudadanos.
El Gobierno ha pasado en pocos días de la tibieza preventiva al estado de alarma, a cerrar las fronteras y a presumir de la inversión más grande de la etapa democrática, 200.000 millones de euros, para contener la pandemia con medios técnicos y humanos que de momento están resultando insuficientes y además para sostener a las empresas y a los autónomos, al empleo y a la población con menos recursos en una crisis que se prevé larga y dura. Ni siquiera en situación de emergencia cesan las turbulencias entre los socios del Ejecutivo, donde el planteamiento económico socialdemócrata del PSOE de Pedro Sánchez se impone de momento al populismo de izquierda radical de Pablo Iglesias y Unidas Podemos.
La explosión de la pandemia ha reforzado la unidad de acción entre el Gobierno central, las comunidades y los ayuntamientos, aunque subsisten las deficiencias en la coordinación o en el suministro de material sanitario y la obligada lealtad institucional sólo funciona de manera intermitente. Por no hablar de las reticencias del País Vasco y Cataluña, con Urkullu y el PNV más prudentes y respetuosos que el infectado Torra y sus correligionarios, capaces de ironizar sobre la mortandad en Madrid. Los nacionalismos no dan tregua en su ofensiva contra el Estado, pero no dejan de percibir lo que es evidente: la España que hace frente cohesionada a la pandemia es más España. O sea, una mala noticia para los independentistas.
También el Rey se ha pronunciado en esta semana crítica. Lo que sucede es que el respaldo moral de Felipe VI a los españoles amenazados por el coronavirus queda empañado por acontecimientos paralelos, por las nuevas revelaciones sobre la vida y milagros poco edificantes de su regio padre. Las medidas tomadas por el monarca y su mensaje a la nación aplacan, pero no resuelven, la ofensiva contra la Corona que tiene muchos enemigos, también en el Gobierno.
Cantabria se ha mantenido también en esta semana en las tasas más bajas de casos declarados y víctimas mortales, con todos los recursos sanitarios disponibles dedicados a la lucha contra la pandemia. En el plano económico, la capacidad de maniobra de la Administración autonómica y de los municipios es muy limitada. El esfuerzo principal corresponde al Estado y a la Unión Europea. El Gobierno regional intentará retorcer los Presupuestos, que este año apenas alcanzaban para pagar las nóminas y la factura farmacéutica, para colaborar con la causa. Tiene el apoyo responsable de la oposición. El presidente Revilla ya ha dicho en varias ocasiones, también en la videoconferencia con Pedro Sánchez y los demás jefes de los Ejecutivos regionales, que es imprescindible flexibilizar el déficit para poder aumentar el gasto para afrontar la crisis. Puede que por una vez esté justificado.
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