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Hace 116 años, en 1905, la Virgen de la Bien Aparecida fue declarada oficialmente Patrona de la provincia de Santander y de su obispado. ... Algún historiador especialista en historia de la Iglesia, analizando este hecho, mantiene que «esta advocación mariana, cuya popularidad hasta entonces apenas había traspasado los confines del tercio oriental de la región...».
Pero la elección de esta Virgen como patrona de la Montaña -para más exactitud las Montañas de Burgos- ya había tenido lugar en la Corte siglo y medio antes. En 1752 se pone en marcha la Congregación de Nacionales de las Montañas de Burgos, establecida en esta Corte a mayor culto, y bajo la protección de María Santísima, que con el título de Bien Aparecida se venera en su célebre santuario y sumptuoso templo, cerca del lugar de Hoz de Marrón, según rezan sus constituciones recogidas en un impreso que se conserva en la biblioteca pública Gaspar Melchor de Jovellanos de Gijón.
Este escrito fundacional pone de manifiesto también el ascendiente del Padre Francisco de Rávago, confesor del Rey, que figura en las Constituciones como Hermano Mayor. El cargo de Confesor de Fernando VI dotaba al jesuita purriego con un poder que no estaba al alcance de cualquiera, puesto que además
de acceder a la conciencia del monarca, un hombre profundamente influenciable, llegó a ser director de la Biblioteca Real y miembro del Consejo de la Inquisición. Tuvo estrechas relaciones con el marqués de la Ensenada, el hombre más poderoso de la España de la época, y fruto de ellas la Montaña recibiría intensa atención de la Corona con la reactivación de la construcción del Camino Real o la concesión del Obispado de Santander en 1752, lo que catapultó a la villa santanderina al título de ciudad al año siguiente. Era evidente que la congregación era un auténtico lobby montañés en la Corte.
Además del empleo de su influencia en Madrid, la congregación tenía otras funciones. Entre ellas, las obras de caridad y asistencia a todos aquellos montañeses que por diversas causas -enfermedades, encarcelamientos, pobreza...-, se encontrasen en estado de necesidad en la Corte siempre que alguno de los naturales, u originarios de dicho territorio (ya sean o no congregantes) de cualquier sexo, estado, calidad o profesión, se hallare en tal conflicto (artículo XXII. De los Zeladores). En el capítulo XXV. De los Consultores dice: es cargo de los consultores (que serán dos abogados) responder a las dudas, y consultas que la congregación les hiciere; dirigir y defender sus causas y las de cualquier nacional, o congregante pobre, sin interés alguno; y asistir con mucha piedad y amor a los encarcelados.
De manera que la asistencia y auxilio a los inmigrantes de origen montañés que recalaban en la Corte parecía ser la principal dedicación de los congregantes de la Montaña de Burgos, tal y como ocurría con otras asociaciones similares, la de los naturales y originarios de las tres provincias vascongadas, creada bajo el reinado de Carlos I, la de Nuestra Señora de Covadonga que reunía desde 1743 a los asturianos o la congregación de San Fermín de los Navarros creada en 1683. En el caso de La Rioja, la imagen nuclear sería la Virgen de Nuestra Señora de Valvanera. En todos estos casos, la organización interna era similar.
La nómina de hermanos congregantes de la cofradía montañesa era una clara representación de los grupos sociales más destacados. Bajo la dirección del P. Rávago, se hallaban miembros de la alta burocracia real, militares, representantes de las altas instancias religiosas o comerciantes, todos ellos de origen cántabro. Así Fray Pablo de Colindres, General de la Orden de los Capuchinos, Francisco Antonio de Orcasitas -Conde de Revillagigedo, general del ejército y exvirrey de México-, Francisco Cagigal de la Vega -Teniente General y miembro del Consejo Supremo de Guerra, varios consejeros de Castilla-, Francisco de la Mata Linares, Fernando de Velasco e Ignacio de Santa Clara, Tomás de Gargollo, Alcalde de la Casa y Corte, y así hasta 142 hermanos.
La Congregación de Nacionales de las Montañas de Burgos continuaría su singladura hasta las primeras décadas del siglo XIX. Compartiría espacios con la Real Sociedad Cantábrica de Amigos del País en el mismo convento de San Felipe el Real. Pero las instalaciones del mismo, junto con sus objetos, archivos, documentación, etc. fueron saqueados por las tropas francesas en su retirada en marzo de 1813. En 1838 sería derribado en la oleada desamortizadora de Mendizábal. Años más tarde sobre su solar el maragato Cordero edificaría un hotel que aún subsiste.
Parece, pues, que la imagen de la Bien Aparecida, ya vertebraba a muchos montañeses de las más diversas procedencias bastante antes de 1905.
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