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Oscuridad, vieja amiga

EL FOCO ·

Algunos adultos intuimos en la negrura de la noche una amenaza que no somos capaces de racionalizar y nos lleva, dependiendo del grado de sensibilidad del momento, a la paralización

Domingo, 23 de octubre 2022, 09:23

El lugar en el que vivo apenas tiene contaminación lumínica, sobre todo en invierno. En kilómetros a la redonda solo hay pequeños núcleos de población que ni siquiera se ven desde aquí y que, como el mío, están iluminados por farolas cuya tenue luz abarca ... pocos metros. Son luces que no ciegan, que alumbran justo lo necesario para que dé la sensación de que estos no son pueblos deshabitados, de que todavía estamos aquí. Si me asomo al balcón de mi casa, veo en primer plano un robledal, un poco más allá un valle glaciar y, a lo lejos, las montañas que pronto tendrán -espero, ojalá- las cumbres cubiertas de nieve. Si me asomo de noche, el paisaje casi desaparece, pero nunca del todo: una vez que la vista se acostumbra a la oscuridad, se pueden intuir las siluetas de los árboles, el movimiento de sus ramas las noches de viento y, siempre presidiendo la lejanía, las montañas.

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