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La oveja blanca

La caída del mito juancarlista implica necesariamente la desmitificación de la España reciente y reclama una atenta neutralización de nuestros fantasmas tradicionales.

Sábado, 8 de agosto 2020, 07:37

Mientras recorría el Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega y se jugaba el físico ante un coronavirus que, como luego ha resultado, también había ... visitado oficialmente la catedral de la vaca montañesa, el rey Felipe posiblemente ya sabía que su emérito progenitor estaba haciendo maletas y metiendo mascarillas e hidrogel para una larga temporada plus ultra. El ferial lo había inaugurado 47 años atrás el joven príncipe Juan Carlos, escoltado por el entonces alcalde Jesús Collado, que da nombre al recinto. Aquel heredero de fácil sonrisa y difícil elocuencia, casado con una griega ortodoxa de nombre Sabiduría, representaba la esperanza de actualización de España. El año siguiente vio revolución en Portugal y regreso de la democracia a Atenas, que depuso definitivamente a su cuñado Constantino II con un referéndum que eligió 'hellenikí demokratía', república helénica, en vez de 'basileía ton hellenon', reino de los helenos. Juan Carlos hacía el camino inverso meses después; que termine como Constantino, o peor, es una sorpresa de las inesperadas.

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