Desastre y resilencia

La DANA no es un fenómeno nuevo en la península ibérica, pero parece que, año tras año, su incidencia y severidad se incrementan. El alcance del fenómeno en sí es complejo de predecir dado que se compone de múltiples factores climáticos. No obstante, a medida que fenómenos como este se hacen más frecuentes, la probabilidad de desastres naturales es mayor y hay que estar preparados adecuadamente para ellos. Debemos de contar con sistemas de drenaje adecuados y reducir las zonas impermeabilizadas para aliviar sus efectos devastadores.

Para hacer frente a esta realidad, necesitamos reimaginar nuestras ciudades y adaptarlas a la naturaleza, con infraestructuras resilientes que mitiguen el impacto del agua. En los últimos años, modelos de «ciudades esponja» e «infraestructuras verdes» han venido a demostrar que es posible coexistir en armonía con el entorno.

Afortunadamente este desastre también ha mostrado el lado más solidario de la sociedad, con vecinos y voluntarios ayudando en la limpieza y apoyando a quienes lo perdieron todo. Así, mientras la DANA expone nuestras debilidades, también resalta nuestra empatía y nuestra cooperación.

El desastre no es solo una tragedia; es un llamado urgente a actuar y a cambiar. Es hora de aprender de estos desastres, de adaptarnos y de reconstruir no solo nuestras ciudades, sino también nuestra visión colectiva hacia un futuro más sostenible y resiliente.