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Pero, hombre, Dani, ¿cómo se te ocurre? Es evidente que no lo has pensado bien. Ha sido una decisión improvisada, de esas que se toman en el mismo escenario del crimen. Te habrás dicho: «No tengo por qué sonreír, ni estrechar la mano presidencial más ... tiempo del necesario». Y allí que te acercaste para cumplir rápidamente con el trámite. Ay, Dani, tesoro, creíste que tu falta de efusividad pasaría desapercibida o que, al menos, sería tomada como un desaire sutil; una postura personal que no se alimenta del insulto, ni del plantón, pero que exhibe la falta de entusiasmo por el encuentro con el jefe. Esto demuestra que no conoces bien la nación que dices amar.
Y es que no es esta una época feliz y despreocupada de nuestro país. La libertad sucumbió sin presentar batalla y ahora los individuos vagamos, indefensos, ante las ocurrencias del poder y sus voceros. Lo importante, también en el caso de Dani Carvajal, es cerrar todos los espacios, apoderarse de todas las expresiones posibles y renombrar al ser humano para convertirlo en herramienta de control. Cuando, en diciembre de 2011, falleció el dictador norcoreano Kim Jong-il, padre del actual 'Amadolíder', a los occidentales les repugnó el histérico llanto general del pueblo en escenas que se antojaban falsas y descaradamente forzadas. Y así era. Apenas un mes después, saltó la noticia, publicada por el diario surcoreano Daily NK: condenas de, al menos, seis meses de trabajos forzados a quienes «no lloraron lo suficiente o cuyo dolor no parecía genuino».
Ojo, aquí no se hablaba de reventar el funeral o desplegar pancartas contra la tiranía comunista –eso es inimaginable–, sino de no mostrarse lo suficientemente efusivo. Tampoco el futbolista internacional español hizo nada del otro mundo. No negó la mano a Pedro Sánchez ni anunció su ausencia del acto en Moncloa por razones éticas o políticas. Pero fue poco efusivo. No sonrío lo suficiente y su felicidad no parecía genuina.
Afortunadamente, el tinglado ibérico aún conserva cierta mesura a la hora de castigar al personal. Eso sí, Carvajal tendrá que asumir su rol de ultra, misógino y hasta de las JONS. Un rol que las redes y los medios oficialistas ya se han encargado de marcar a fuego en las conciencias (es un decir) de todos los españoles. Dani, aún estás a tiempo de mitigar el golpe. Reconoce ya tu culpa. ¿No sería más sencillo actuar, por ejemplo, como Loles León y criticar a Felipe González, que, este sí, está desactivado? Como saben, «habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
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