Secciones
Servicios
Destacamos
Los resultados de las elecciones en la Comunidad Autónoma Vasca reflejan lo que ya nos temíamos al oeste del Edén: el nacionalismo étnico, en sus encarnaciones tanto de taberna como de sacristía, se ha impuesto definitivamente como tendencia hegemónica, indiscutible, eterna. Para profundizar un poco ... más y desviar el foco hacia la suerte del resto de candidatos, cabría hacer algún comentario sobre, por ejemplo, Podemos, acaso el verdadero triunfador de los comicios.
Pero, oiga, ¿no ha quedado este partido fuera del Parlamento? Claro, querido y avispado lector. Pero, no crea que el destino individual de sus militantes preocupa a Pablo Iglesias (perdón, a Ione Belarra). No verá lágrimas o preocupación por un ascenso como el de Bildu, aunque se produzca a su costa. Al contrario. En Podemos saben perfectamente cuál es su programa máximo; a saber, la repetición en todo el territorio español del paisaje político vasco y catalán. La estrategia consiste en despojar a los partidos de la derecha española de cualquier posibilidad de mando o influencia, al tiempo que se proscriben socialmente sus valores. Para votar a la marca descafeinada (desarraigada) de Podemos, mejor votamos a Bildu, que no es otra cosa que un Podemos con Rh negativo y posibilidades de moqueta, sin la molesta presencia, ay, de los disidentes ideológicos, a los que ya se encargaron de hacer desaparecer con balas en la nuca, bombas lapa y exilio.
La nueva (es un decir) izquierda populista, emergente en España a partir de aquel bochornoso 15M, no se inspira en ninguna corriente de pensamiento rigurosa y académica, sino en las herramientas belicistas que han manejado siempre los radicales. Lo importante es deshumanizar a los adversarios con escraches, quebrar los consensos, inutilizar las instituciones o tomarlas al asalto –como amenazan ahora hacer con el Poder Judicial– e infantilizar a la sociedad.
La derecha –Feijóo, Ayuso, Abascal y compañía– no parece enterarse del plan y continúa con su gris oposición sin cuajo. Ajena al verdadero peso de la crisis nacional, alterna el dontancredismo con brotes fugaces de aquello que el economista estadounidense Walter Block llamaba 'lo indefendible' La inmigración, la violencia de género y las acusaciones desesperadas de corrupción sirven como estimulantes momentáneos contra la tradicional pereza de los conservadores. Nada de esto servirá. Ya no queda (¿la ha habido alguna vez?) masa crítica capaz de detectar las mentiras del poder o de articular un sistema de valores ajenos al Boletín Oficial del Estado. Los portavoces progubernamentales (públicos y privados) se piensan revolucionarios y privan al prójimo de la posibilidad de pronunciar la palabra más honda y más libre; acaso la más fértil en toda la historia de la política: no.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.