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El PP es un PSOE que no pudo. La frase, justo es reconocerlo, podría ofender al respetable y ahondar en la desesperanza –ya tradicional– de la 'fachosfera'. Así que propondremos una alternativa: el PP es un PSOE que no puede. ¿Ven? Ahora, dejamos abierta la ... posibilidad de una remontada, como las del Madrid en la Champions, aunque, en este caso, los milagros no acontecen. A estas alturas, todo el mundo sabe que Dios es madridista y 'sanchista'; que no va a violentar la creación para que los liberal-conservadores den la vuelta a la tortilla española.
Pero, ¿en qué querría parecerse Génova a Ferraz? Hombre, pues en todo. Para empezar, en que, durante las vacas gordas, la identificación del partido con el Estado fuese algo natural, sencillo y amable. Como sucede con los socialistas, los populares no son héroes salvíficos, sino, apenas, un grupo de mujeres y hombres con hambre y sed de cargo a quienes gustaría una vida feliz y un reconocimiento general. Pero, a diferencia de sus adversarios, les han colgado el sambenito de parias ideológicos. Avergonzados como Caín tras ser marcado por el Eterno, vagan en silencio por las emisoras y los parlamentos, murmurando exigencias de dimisión y condenas varias sin que nadie repare en su presencia.
Es verdad que el Partido Popular es la fuerza más votada (por descarte, jamás por entusiasmo), pero esto de poco sirve cuando la correlación de fuerzas es adversa. Ya no puede pactar –ojo, aunque lo está deseando– con los nacionalistas periféricos, cada vez más echados al monte, empujados por la radicalidad de sus cachorros. La soledad del número uno, pero sin meta al final. Desde la recuperación de la democracia, el orgullo descocado de la derecha sólo se ha exhibido una vez, y muy brevemente, durante la segunda legislatura de Aznar, cuando éste se creyó faraón y quiso erigir pirámides, expandiendo la legitimación de su mayoría absoluta en una dimensión planetaria. Pero, ay, donde otros tienen a Silvia Intxaurrondo, el Partido Popular tenía a Urdaci. Donde otros disfrutan de Broncano, Aznar eligió a Carlos Dávila. De esto ya hemos hablado otras veces.
El PP no se ha recuperado del contraataque que lo desbancó en 2004, ni siquiera durante su legislatura de mayoría absoluta en 2011. Convencida de que su mando es siempre discutido y su mera existencia condenada como encarnación del enemigo absoluto, la derecha patria ha decidido no poder y conformarse con algún eventual rebote que la coloque, sin saber cómo, en Moncloa. Mientras tanto, ya saben, a sobrevivir en un escenario donde la izquierda toda puede llamar públicamente 'putos pijos' a quienes se le resisten. Y todos a callar.
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