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Los recuerdos de la infancia encuentran en la placidez familiar la prueba de un ritmo distinto en el transcurso del tiempo. Todo parecía entonces mucho más seguro, con pausas amplísimas para el juego y para la nada. Los niños disfrutábamos de veranos interminables y de ... tardes enteras de merienda y compañía con los abuelos. Y es que el mundo aún no estaba absolutamente conectado y se vivían los días (¡hasta los meses y los años!) sin la histeria actual por la información inmediata y adaptada a las identidades combatientes.

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