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El Gobierno del Partido Popular ha aprobado en el Parlamento de Cantabria el inicio de los trámites para derogar la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria que impulsamos desde el PSOE durante el anterior gobierno de coalición con el PRC y que se ... aprobó por mayoría de 21 diputados y diputadas. Ahora, sirviéndose de una suma de 19 junto a Vox, queda retratado junto a la ultraderecha el PP más extremista, con una ley derogatoria que es su único bagaje legislativo en más de un año de legislatura. Su pretexto, que la Ley de Memoria se aprobara sin consenso, es una falacia. En una democracia parlamentaria las leyes se aprueban por mayoría: una progresista aprobó avanzar en la reconciliación a través de la Memoria y otra ultraconservadora pretende hacernos creer que nuestra democracia será mejor a través del olvido.
Nuestra Ley inició un camino para cerrar las heridas aún presentes en nuestra sociedad, por el Golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la posterior represión durante la Dictadura de Franco, que dejó millones de víctimas, entre fallecidos en el frente, represaliados, exiliados y reprimidos. Una Ley para todas las víctimas de la Guerra Civil y del Franquismo.
En 40 años de Dictadura, las víctimas del bando vencedor fueron pronto reconocidas, pero la memoria de los vencidos sigue enterrada en fosas comunes. En buena lógica hay más reparación pendiente en el bando de los vencidos, pero en ningún caso es a costa de las víctimas del bando ganador de la guerra. De hecho, como vicepresidente del Gobierno de Cantabria pude seguir los trabajos de la primera exhumación en Liébana, que fue la de un alcalde pedáneo franquista, Eloy Campillo, represaliado por los Maquis.
Cuando pedimos un monumento de recuerdo a las víctimas del bombardeo nazi de diciembre de 1936 en Santander, nadie pone en cuestión a las víctimas del Alfonso Pérez, represaliadas tras el bombardeo de la Legión Cóndor. Pero unas están en el imaginario colectivo, homenajeadas en Ciriego y con una calle en Santander, y las otras, civiles inocentes, siguen olvidadas mientras dos pilotos de la Luftwaffe, sus victimarios, tienen un recuerdo en el Refugio Antiaéreo de la capital cántabra.
España es el segundo país del mundo con más muertos sin identificar en las cunetas después de Camboya. Con la estrategia derogatoria del PP, «España puede llegar a ser condenada en foros internacionales por estas leyes antimemoria», ha advertido el relator especial de las Naciones Unidas sobre la promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición.
La resolución del Parlamento Europeo de septiembre de 2019 hace hincapié en «la importancia de mantener viva la memoria del pasado, puesto que no puede haber reconciliación sin memoria, y reafirma su posición unida contra todo régimen totalitario sea cual sea su ideología de base».
Voces tan importantes del Partido Popular Europeo como el comisario de Justicia, Didier Reynders, defiende el fomento de una «memoria histórica compartida de los crímenes cometidos por regímenes totalitarios». Pero el PP está obsesionado con ocupar el espacio de la ultraderecha de Vox y nos muestra su cara más nostálgica del Franquismo, del que son herederos por la vía de los hechos. El Gobierno de Cantabria se suma ahora a lo que han venido haciendo otras comunidades gobernadas por el PP en manos de Vox, como Aragón, Baleares, Castilla y León, la Comunidad Valenciana y Extremadura.
Pero el compromiso del Partido Socialista de Cantabria es firme: por eso, tan pronto como vuelva una mayoría progresista al Parlamento, volveremos a aprobar la Ley de Memoria Histórica y Democrática.
Confiamos también en el Gobierno de España, en los recursos al Tribunal Constitucional, en la plena vigencia de la Ley de Memoria Democrática del Estado y su desarrollo para blindar los derechos de las víctimas cántabras. Y en que las instituciones gobernadas por el PP cumplan algún día la ley y retiren homenajes y monumentos, como las decenas de calles que siguen pendientes de cambio en Santander, que agravan el sufrimiento de las víctimas. En una democracia plena como la nuestra es inaudito homenajear un golpe de Estado o una dictadura; sería un debate imposible en Alemania que se mantuvieran reconocimientos a Hitler o los líderes nazis.
Ya explicó Miguel de Unamuno a la derecha exaltada que vencería, pero no convencería. Y esa idea sigue vigor. Derogaréis, pero no convenceréis. Porque la historia no es derogable y la memoria prevalece al olvido. Porque sin memoria no hay futuro.
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