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Este fue el título refundido de dos de los artículos que con nuestra firma se sumaron a los más de una decena que sobre este ... tema y desde diferentes foros publicamos para tratar de concienciar a la sociedad de Cantabria, en una apuesta que consideramos capital para el refuerzo de nuestro desarrollo autonómico y, desde luego, para hacer sólido el estado de bienestar en su pieza angular, la sanidad. La promoción de la salud y la vigilancia sobre la eficacia del sistema sanitario y su mejora, con el esfuerzo de todos, sin el corsé de la política de partido, es nuestro objetivo y creemos que puede ser este el momento adecuado para llevarlo a cabo por muchas razones.
La principal es que estamos con la distancia adecuada en el tiempo que resta para las próximas elecciones autonómicas y municipales y, desde luego, porque creemos que en el seno de los diferentes actores actuales de la política regional existe un clima en cierta medida favorable para lograr el necesario consenso, aunque bien es cierto que hubo algún que otro periodo que creímos favorable para lograr el acuerdo y no fue posible.
Quizá sea el momento ahora ante la terrible y dura experiencia de la infestación vírica, que tensionó hasta límites indeseables nuestra organización sanitaria, y las dudas que aparecen sobre la nueva financiación autonómica en estudio, que parece sesgada hacia los de siempre, con negros nubarrones insolidarios de una nueva y asimétrica distribución presupuestaria.
Creemos que ahora mismo se dan en Cantabria las condiciones para un pacto de esta envergadura que además, si se consigue, sería un ejemplo paradigmático de lo que se puede hacer a nivel nacional, como también de forma reiterada y generosa reclama nuestro paisano Tomás Cobo, presidente de la Organización Médica Colegial, que defiende desde su toma de posesión un compromiso social de defensa de un modelo sanitario eficaz y coordinado, que optimice la gestión de los recursos. Un privilegio poder contar con un cántabro comprometido e involucrado en la consecución de un modelo justo e innovador que nos resitúe entre los países más avanzados del mundo con la persecución de un mejor estado de bienestar, que desde luego no se regala.
A lo largo de muchos años y muchas vicisitudes sugiriendo y presionando para lograr un acuerdo sanitario, ofreciendo mimbres e impulsando acuerdos, hemos podido comprobar incomprensiones y dudas, algunas razonables. Pero hoy creemos que puede haber llegado el momento y existen menos reticencias entre los profesionales -que siempre fueron los más proclives-, la universidad, desde donde luchamos cuando iniciamos como decano de la Facultad de Medicina nuestra pelea independiente, las asociaciones y colegios profesionales, los sindicatos y, por supuesto, las organizaciones ciudadanas y políticas, sobre todo las políticas. Todo y todos están ahí fuera esperando, sin saberlo, un ataque explosivo de responsabilidad.
«Siempre podremos buscar la manera de llegar a acuerdos porque si hurgo encuentro en mi alma una chispa de la hoguera que arde en la tuya». Mencionando estas hermosas palabras de Adenauer, padre de la construcción europea, abrimos hace unos años en el salón de actos de nuestro querido Ateneo de Santander como moderador, una mesa redonda sobre la necesidad de la consecución de un pacto sanitario en Cantabria. Hoy revisé sus conclusiones con cierta nostalgia.
De todos los actos, conferencias reuniones, artículos y ponencias en los que participamos sobre este asunto me gustaría destacar éste por la brillantez y valentía con la que los ponentes abordaron el reto aquel día, además de por su sincera aportación. Formaban parte de la mesa tres amigos que generosamente habían acudido a mi llamada desde el cuore y el compromiso, puesto a prueba además con mi incómoda sugerencia de que lo visaran en las reuniones ejecutivas de sus partidos políticos, que en esos momentos eran los más fuertes y representados (lo siguen siendo) en nuestro Parlamento. Allí reunimos a Dolores Gorostiaga del PSOE -increíble que se pueda prescindir hoy en su partido de su valía y sensibilidad-, a Rafael de la Sierra por el PRC -aquel almacén de bonhomía, cantabricidad, trabajo y sentido común que la vida nos arrebató-, y a María José Sáenz de Buruaga, del PP, que también tuvo una brillante y aplaudida intervención. Los tres abordaron con una enorme complicidad y clara posición la gran cantidad de argumentos que existían para poder llegar al pacto y también expusieron las dificultadas que oteaban para su cumplimiento, mientras yo clamaba: si somos una comunidad autónoma uniprovincial, de reducida población; si tenemos una curva demográfica invertida, descorazonadora e inexorable durante varias décadas; si disfrutamos de un hospital universitario de referencia prestigioso y modernizado sobre el que nos hemos comprometido en nuestro propio Estatuto de Autonomía a mantenerlo como hospital de referencia, a dotarlo y preservarlo en su excelencia; si disponemos de una red envidiable de hospitales comarcales y centros de salud que hay que financiar; si tenemos una gran tradición de buenos profesionales y especialistas y vivimos en una privilegiada región con atractivo profesional para la industria biosanitaria y la investigación; si además con un pacto no correrían riesgo sino que saldrían reforzados nuestros pilares de accesibilidad, equidad, universalidad y financiación pública para lograr una asistencia sanitaria pública, de calidad, universal y gratuita; si además todo eso hay que gestionarlo y hacerlo sostenible, ¿por qué no se lo explican bien a los ciudadanos? Si es aceptado, unidos sin réditos electorales, aprovechen los recursos remando al unísono, utilizando muchos «tal vez tengas razón» y alguna actitud del tipo de «cederé en mi posición cuando me vea forzado a ello», como sugieren estos proverbios orientales. En sus manos queda.
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Ana del Castillo
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