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Sostienen los regionalistas que fueron muy generosos con el PSOE en los pactos de gobierno de 2007 y 2015. Seguramente tienen razón, pero desde luego ... su desprendimiento no alcanza para compensar el de José Luis Rodríguez Zapatero y su partido en Cantabria en 2003, cuando consintieron en hacer presidente del Gobierno regional a Miguel Ángel Revilla, el menos votado de los tres candidatos representados en el Parlamento, para así desalojar al PP del poder. El propio Revilla ha contado alguna vez que incluso a él mismo le parecía desproporcionado el espléndido ofrecimiento socialista y que sólo se animó a aceptarlo por el consejo insistente de su esposa, Aurora Díaz. El resto es historia: el PSOE ha pagado muy caro su subordinación con un declive del que todavía no se ha recuperado y el PRC, que no ha parado de crecer desde entonces y que ahora también se beneficia de la fragmentación del centro-derecha, construye una hegemonía política que empieza a parecerse a la del PNV en el País Vasco, aunque por el momento depende más de la popularidad de su histórico líder que de la implantación del partido.
Revilla y el PRC negocian en Madrid y en Cantabria desde la posición dominante que les otorga su éxito en las elecciones generales y en las autonómicas. Antes que nada, exigir y conseguir que Pedro Sánchez comprometa un cheque millonario que atenúe el déficit inversor del Estado en la región a cambio del voto de Mazón en la investidura y de reeditar la coalición gubernamental con el PSOE. Al recibir personalmente las garantías de Sánchez, Revilla eleva el rango del pacto, de presidente a presidente, y de paso se da el gustazo de relegar al líder del PSOE cántabro, Pablo Zuloaga, a quien apenas tolera, a un papel secundario en la trama.
Ahora ya se dan las condiciones para un nuevo acuerdo con el PSOE, una holgada mayoría de 21 escaños como las de los buenos tiempos, antes de la crisis y del imparable 'tsunami' popular en 2011, y por supuesto más cómoda que los 17 diputados de la última legislatura que obligó al Ejecutivo PRC/PSOE a hacer juegos malabares en el Parlamento para sacar adelante cada uno de los cuatro presupuestos con aliados diferentes cada vez.
Antes de la llamada redentora de Pedro Sánchez, el PRC había proclamado con insistencia la posibilidad de gobernar en solitario con acuerdos puntuales. Con el potente PP y hasta con el minoritario Ciudadanos, dejando al PSOE con muy poco margen de oposición parlamentaria como no fuera en alianza con la derecha. La idea del Gobierno en solitario era novedosa, pero hasta ahora ese no ha sido el estilo de Revilla, partidario de tejer pactos estables y sin sobresaltos. Por eso decía Zuloaga que el PRC jugaba de 'farol', aunque la posibilidad de quedarse a la intemperie producía escalofríos en la ejecutiva socialista, necesitada de renovar el pacto con el regionalismo que le procure presencia política en el Gobierno y en los ayuntamientos.
Además de exigir el compromiso de Pedro Sánchez con Cantabria, esta vez el PRC se propone un reparto de poder que refleje mejor la realidad electoral: el doble de votos y escaños que su aliado socialista. Tienen los regionalistas la espina clavada de que el pariente pobre se haya acostumbrado a gestionar el 80% de los Presupuestos regionales. Eso es un hecho, pero tiene matices. La educación, la sanidad, los servicios sociales tienen mucho peso político y suponen tres cuartas partes de los recursos, pero se trata de pagar nóminas y gasto improductivo en áreas que dan muy pocas alegrías, generan frecuentes conflictos y mucho desgaste como pueden acreditar los consejeros socialistas del último Gobierno Luisa Real y Francisco Fernández Mañanes. En todo caso, tiene sentido que un partido regionalista quiera gestionar la cultura y la educación de su comunidad autónoma. También la industria, claro que en un paquete completo con Sodercán, y si es posible, no regalar una vez más la presidencia del Parlamento y el senador autonómico al PSOE.
Puede ser que finalmente el PRC sea benevolente con el PSOE, después de haberle hecho pasar muy malos ratos, porque tampoco se puede humillar a quien aporta escaños decisivos al acuerdo político. La negociación de los pactos ofrece paisajes bien distintos. La alta exigencia del PRC en la política regional contrasta con la generosidad sin tasa que caracteriza la transacción en Santander. Gema Igual está dispuesta a darle a Ciudadanos casi todo lo que pida con tal de que acepte convertirse en el segundo partido del gobierno municipal. Vox no debe ser un obstáculo. Pero también el PSOE de Pedro Casares sería magnánimo con Ciudadanos. De momento, ya le ha borrado de la 'triple derechona' y le reconoce la centralidad política para intentar cerrar un acuerdo tripartito en compañía del PRC. Gema Igual hace valer su victoria solvente en las urnas sobre todos sus adversarios como argumento principal para que a Ciudadanos se le haga difícil rechazar un entendimiento con el PP como el que avanza trabajosamente en otros territorios y apuntarse al cambio con los grupos derrotados. Pero todavía no se sabe cómo terminará encajando Santander en el complicado tablero de ajedrez en el que se juega la enmarañada política nacional.
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