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Durante estas semanas de arresto domiciliario, parece que el tiempo se detiene y que nunca vamos a recuperar la libertad, pero no será ... así. El refranero español, tan sabio como contradictorio ('A quién madruga Dios le ayuda' y 'No por mucho madrugar amanece más temprano') nos recuerda que «nunca llovió que no escampó» o «que no hay mal que cien años dure».
La crisis del Covid-19 será superada y la vida reanudará sus ceremonias y rutinas, pero es seguro que esté frenazo vital va a producir cambios y que la España del futuro no será la misma que la del pasado mes de febrero.
Una de las claves que marcarán como se resuelve la crisis y se enfoca el futuro, es decir la reconstrucción de la economía, reside en la forma en que se haga la lectura de lo sucedido. En situaciones similares a esta, la conclusión ha sido evidente: el gobierno al que le correspondió hacer frente al problema sale seriamente perjudicado, porque el ciudadano lo que desea es sustituir a los gobernantes a quienes achaca haber perdido el empleo, la reducción de su salario o el deterioro de determinados servicios y porque sienten que el futuro es incierto y, de manera más o menos consciente, deducen que quienes han gestionado la crisis no son los dirigentes idóneos para una España diferente. En la memoria reciente está la factura electoral que pagó el PP tras los atentados del 11-M y más tarde el socialismo español por el desplome de la economía durante la gestión del presidente Rodríguez Zapatero.
Pero esta conclusión sobre el análisis de la situación no es un axioma, y bien puede ocurrir algo muy diferente. Ahora mismo, cuando aún seguimos encerrados en nuestras casas, ya ha comenzado la pugna por imponer la lectura de la historia de lo sucedido. El manejo del «relato» será la clave política del futuro inmediato. Desde el gobierno PSOE/Podemos tratan de eludir su responsabilidad y achacar los problemas, retrasos y deficiencias a la «herencia recibida» del gobierno del PP. Pedro Sánchez lleva al frente del gobierno casi dos años, media legislatura, es decir tiempo suficiente para enderezar posibles errores y desajustes. En esos dos años tampoco ha conseguido aprobar nuevos presupuestos del estado y volvió a convocar elecciones para, tras esos comicios, formar un ejecutivo con Unidas Podemos e independentistas de todo color. Los errores del pasado no pueden ser un eximente, apenas un atenuante. La forma más justa y acertada de juzgar la gestión de los diferentes gobiernos es aquella que analiza los datos de manera proporcional y los sitúa en el contexto histórico. España es el país del mundo con mayor número de víctimas por cada cien habitantes y otros países de nuestro entorno, como Portugal, Francia, Alemania y Gran Bretaña, han frenado la pandemia con más eficacia y rapidez. Naturalmente que caben múltiples escenarios distópicos, como el plantear de que manera habría gestionado la pandemia un gobierno del PP, pero con la mirada puesta en los hechos y en lo ocurrido, lo que corresponde es testar la eficiencia del actual ejecutivo y hacerlo con el referente de otras naciones que tienen estructuras económicas y sociales similares. El ejemplo de Grecia es paradigmático, ya que tras una crisis económica mucho más grave que la española, con severas reducciones del gasto público, han obtenido mejores resultados.
Para afrontar los nuevos tiempos que pergeñan un panorama de desempleo masivo, menor recaudación tributaria y hasta una metamorfosis del propio sistema socio-económico, es preciso tener clara la hoja de ruta. Dos alternativas se presentan ante los españoles: una seguir el modelo actual de la economía de libre mercado, con un factor de equilibrio mediante un programa socialdemócrata y un potente estado de bienestar, o bien girar hacia el neocomunismo mediante un crecimiento de las políticas intervencionistas del estado y con una reducción del espacio para la iniciativa privada.
Por suerte ambos modelos de funcionamiento ya han sido probados. El comunismo se derrumbó a finales del siglo pasado, por el fracaso de su sistema económico y porque una buena parte de quienes vivían en la URSS, Polonia, Chequia, Alemania Oriental, Camboya, Vietnam y la propia China trataron de emigrar en busca del «infierno capitalista». Los casos de Cuba y Nicaragua, o de la propia Venezuela, por no hablar de situaciones mucho más dramáticas como Corea del Norte, desvelaron los enormes fallos del comunismo o del «socialismo real», como se denominó a las dictaduras de esas naciones. En la reconstrucción del tejido productivo y social de España, que es la tarea a desarrollar cuando se erradique el Covid-19, se debe tomar el camino correcto y no sucumbir a la tentación de aprovechar una catástrofe para implantar un modelo económico que ya ha mostrado su incapacidad para generar riqueza, desarrollo y progreso social. Es fundamental preservar la libertad individual, el máximo valor que el hombre tiene.
La clave residirá en un entendimiento de los dos grandes partidos: PSOE y PP que han sido capaces de generar el más largo periodo de crecimiento económico y de mejorar la calidad de vida de los españoles durante los últimos cuarenta años.
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