Mi palabra del año

Quién lo iba a decir, hasta las palabras tienen su concurso de belleza, o su balón de oro, o como quiera que se llame a ... eso de elegir la palabra del año. El invento es cosa de la Fundéu, una fundación creada por la Agencia EFE y el BBVA que no tiene nada que ver con esos exquisitos platos suizos, aunque parezca que alguien quiera sumergir los vocablos en un puchero repleto de caliente y delicioso líquido para empaparlo de sabor actual. Porque la palabra del año, además de su interés lingüístico, tiene que tener cierto protagonismo en el año de su elección. La primera de ellas se eligió en 2013 y fue 'escrache'. Luego la siguieron 'selfi' (2014), 'refugiado' (2015), 'populismo' (2016), 'aporofobia' (2017) y 'microplástico' (2018). Este año son candidatas la 'electromovilidad' de los vehículos, incluido patinetes; la 'desglobalización', como nuevo proceso de relación entre países; el 'neonegacionismo' que niega los hechos mirando hacia otro lado; la 'exhumación', que nos ha devuelto a Franco en la memoria que queríamos olvidar; 'DANA', que nos ha emborrascado con depresiones aisladas en niveles altos; el 'huachicolero', que no tenía ni idea de lo que significaba hasta que tuve que consultarlo en internet; el 'seriéfilo' en que nos estamos convirtiendo con tanto enganche de plataformas digitales; el 'influente' que desearíamos que siempre nos apoyara; el 'emoji' que nos ayuda a expresar nuestros sentimientos sin necesidad de escribir una parrafada; la 'albañila', que no sé a que viene porque nunca he conocido a ninguna, aunque haberlas, hasta a lo mejor hay; el 'cúbit', que es cosa de la mecánica cuántica que no me atrevo a explicar y, finalmente, el 'superdesempate', que eso sí sé lo que es porque con tanto empate del Racing ya es hora de que alguien se ponga a ello.