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El Gobierno de Cantabria ha desoído, ignorado y mirado por encima del hombro al sector de la hostelería a lo largo de la crisis desatada por la pandemia sanitaria. Al presidente Revilla no le gustan las críticas y, precisamente por el menosprecio que ha ... mostrado a estos empresarios y trabajadores, los calificativos duros se le van acumulando en los oídos. Su última ocurrencia: sentarse a comer como un señor, puro en mesa, en un restaurante de Santander, mientras los cántabros asistimos perplejos a un resbalón más de nuestro presidente de la que sorbemos la sopa en la cocina de casa.
De la perplejidad al enfado en tan solo un segundo: lo que uno tarda en decir una mentira. Palabras más, palabras menos, señor Revilla. Cuántos de nosotros le negamos la mayor a nuestros padres. En serio, mamá, que yo no fumo. Pues lo mismo que él hizo el jueves a las puertas de ese restaurante, las vergüenzas al aire, que a nadie le gusta que le pillen haciendo lo que no se puede (ni se debe) hacer, y menos si es la persona que te dice a ti que te estés quieto parao, que ya se va él de romería.
Estoy convencido de que el presidente Revilla anda dándole vueltas a cómo anunciar la apertura del interior de bares y restaurantes para ver si con la distracción sale indemne de ésta, y no me extrañaría que -en lugar de dar cuentas al Parlamento, o lo que es lo mismo, a todos los cántabros- diera cuentas a los espectadores de Tele 5. Es este un vodevil triste, después de un reguero de despropósitos que nos han ido llegando durante meses desde Puertochico, donde una cosa, la contraria y la opuesta podían ser factibles en el mismo día y los hosteleros ya no sabían si subían, bajaban o dejaban a medias la persiana. No fuera a ser.
Y en ese baile del ahora se mantienen cerrados los interiores, ahora no, ahora se quiere implantar un semáforo de riesgo y mañana no sabemos lo que propondrá el Ejecutivo. En Cantabria ya nadie sabe a qué atenerse.
Los negocios, que están absolutamente asfixiados, han sufrido el acoso del que habla el presidente en sus propias carnes, una vez fueron señalados como responsables del aumento de contagios, cosa que se ha demostrado no ser cierta. Señor Revilla, despierte: reconozca sus errores, asuma decisiones y quite el lazo del cuello de una vez por todas a los hosteleros, que lo único que quieren es -desde la responsabilidad absoluta- llevarse el pan a casa.
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