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Con sus períodos florecientes y sus etapas críticas, Sniace, una de nuestras grandes industrias, ha sido durante muchos años una referencia clave en la industria de Cantabria. Como muchas empresas de la época, Sniace posibilitó el desarrollo de una clase media familiar promocionando ... a sus trabajadores tanto en su nivel económico como en su formación profesional y cultural. No siendo expertos en economía industrial –ese es mi caso– son las vivencias personales lo único que nos permite ver con preocupación su cierre y el progresivo deterioro de nuestra economía. En aquella pujante y competitiva empresa donde trabajaban muchos conocidos y amigos, trabajadores y técnicos, mantuve muchos años mi relación profesional con familias en las que vi crecer y educar a sus hijos.
Hemos leído estos días comentarios de lo más variado. En la mayoría predomina un sentimiento de frustración y sobre todo de pesadumbre por lo que supone la pérdida de 400 puestos de trabajo directos y 1.000 indirectos; incluso un golpe duro para muchas familias y trabajadores de este municipio y comarca con sus pequeños ahorros invertidos en acciones. No faltan sentimientos de apoyo, otros, más duros en sus críticas y a la caza de responsables –que sin duda los hubo–, no dudan en llegar hasta el general Franco y sus ministros. Aquel modelo empresarial válido en su momento –mejor o peor– era lo que había, pero la reconversión industrial, la competitividad del mundo liberal occidental requería otras fórmulas de supervivencia. No recuerdo quien manifestó en algún momento de crisis que «aunque los obreros fueran a trabajar gratis las pérdidas seguirían aumentando».
¿Era Sniace «una mina de oro» –como también se dijo– mientras año tras año las deudas se incrementaban? En la situación actual, ¿ha calibrado bien un gobierno progresista las consecuencias futuras del incremento del gasto y la subida de impuestos? ¿Es esto un buen reclamo para futuros inversores? No, no creo que los sindicalistas directivos Pepe Álvarez o Unai Sordo vengan con pancartas a dar su apoyo. El cierre de Sniace quizás ha sido la crónica de una larga agonía anunciada. Y sin paliativos.
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