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Lo que parece obvio en Santander no lo es en otros lugares. Sabemos aquí que un palista no tiene nada que ver con un palero, y aunque es posible que una misma persona reúna ambas aficiones, no consta ningún caso. Por más que el diccionario ... no incluya tal definición, un palero era ese mirón rijoso y despreciable que se ocultaba para observar cómo las parejas se metían mano en rincones apartados y oscuros. El espionaje no carecía de riesgo, porque el palero llegaba caliente a casa si era descubierto, y podía ocurrirle lo que a un conocido ciudadano, quien extasiado por la perfecta visión que ofrecía un montículo de la playa de Los Peligros, se cayó encima de los dos jóvenes y descubrió que la chica era su hija. Supongo que la especie palera se habrá extinguido, aunque solo sea porque los adolescentes ya no necesitan esconderse para darse el lote.
Los jugadores de palas cántabras no son paleros sino palistas, y así debe advertirse a los visitantes que contemplan las exhibiciones en El Camello o en El Sardinero, explicando la diferencia entre una palabra y otra. Palero es un insulto local y palistas son las mujeres y los hombres que se ven cada día en los arenales en número creciente, herederos de aquellos que crearon y popularizaron el llamado tenis de los pobres en la primera mitad del siglo pasado. Un deporte practicado desde tiempo inmemorial, pero cuya modalidad cántabra lo hace único: la pelota, preferiblemente gastada, es golpeada de forma alternativa, debe mantenerse en el aire evitando la caída en la arena y no hay ni vencedores ni vencidos. Causa asombro, bien jugado, por la destreza y potencia que imprime el tirador o pegador y la habilidad en la devolución del parador o pared.
La idea tiene muchos padres, pero es general la coincidencia en citar a Manolo Soto como uno de los precursores de este juego de jerga picante, similar a las letras con las que se acompaña el rabel -«te la colé», «¿te gusta así?», «sí, sigue así», «no me pones nada»-, siempre en referencia al golpeo. Ahora, cercano el centenario de su nacimiento, Correos emitirá un matasellos que no solo es un homenaje a la persona sino también a todos los que mantienen vivo un divertimento arraigado en Santander y parte inseparable del panorama playero. Conversaba con Manolo Soto en las tertulias de Filatelia Cantabria y lo veía alguna vez en una de las cafeterías de la calle Lope de Vega, junto a su mujer, sentado ante un tazón de Cola-Cao y regalando al mundo la sonrisa afectuosa y la voz amable, ya anciana, de un hombre sencillo y bueno.
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