![PANDEMIA, SOCIEDAD Y POLÍTICA](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202101/03/media/cortadas/61164751--1248x1312.jpg)
PANDEMIA, SOCIEDAD Y POLÍTICA
EL FOCO ·
Las democracias están mejor preparadas de lo que pensamos para afrontar las transformaciones necesariasANTONIO GARRIGUES WALKER
Domingo, 3 de enero 2021, 07:46
Secciones
Servicios
Destacamos
EL FOCO ·
Las democracias están mejor preparadas de lo que pensamos para afrontar las transformaciones necesariasANTONIO GARRIGUES WALKER
Domingo, 3 de enero 2021, 07:46
El coronavirus ha generado un debate principal, un debate importante: ¿Es más adecuada una dictadura tecnologizada que una democracia liberal para traer bienestar y controlar los riesgos en esta era de digitalización y de amenaza climática? Las implicaciones de la pregunta son enormes, y a ... su vez señalan la Nueva Guerra Fría de fondo entre Estados Unidos y China.
La respuesta rápida sería decir que la democracia liberal es superior porque no sólo responde a resultados, sino también a una serie de valores irrenunciables y virtuosos, como la libertad o la justicia, a los que no estamos dispuestos a renunciar. Sucede, que para pervivir y encontrar estabilidad, la democracia necesita, además de tener ese basamento moral, ser eficaz. Y no ha sido percibido así por crecientes capas de la población en la última década, al menos desde el estallido de la Gran Recesión; las necesidades y los incentivos prioritarios del ser humano son otros, como bien sabemos por la pirámide de Maslow. Esto es: no podemos confiar en un etéreo amor a la libertad y a la justicia para confiar el futuro de nuestras democracias, sino que éstas deben reforzar la búsqueda de su legitimación a través de los resultados concretos. El error de las democracias liberales de los últimos años ha sido el de cargar demasiado su peso sobre la pata legitimadora de las urnas y desatender la otra, la de los resultados, que además se solían subarrendar excesivamente a los tecnócratas.
China, al no contar con ese otro elemento legitimador en el que apoyarse, ha puesto mucho más interés y energía que las democracias liberales en generar resultados tangibles, y de ahí que haya sido mucho más innovadora en casi todos los ámbitos.
También en el político, y trataré de explicarme. Tenemos una concepción equivocada del sistema chino. China no es comunista, sino un régimen nacionalista de partido único, un sistema de capitalismo de Estado, que utilizó la retórica y la imaginería comunista como herramienta de liberación nacional.
El control político es, sin duda, vertical, y eso se ha reforzado con la llegada del neomaoísta Xi Jinping y con la ayuda de los avances tecnológicos de control y seguridad. Pero, al mismo tiempo, China es hábil a la hora de organizar su propio sistema de innovación en las políticas públicas. Desde la cúpula del partido dejan que sus cuadros provinciales y locales experimenten e innoven en la forma de conseguir los objetivos que se les marca desde la cúspide, y es a través de estos resultados como los distintos cuadros van escalando en la jerarquía gubernamental. A su vez, las mejores experiencias de los territorios más exitosos son copiadas y extendidas por otros territorios, en una suerte de federalismo innovador que les ha hecho ser realmente competitivos en muchos frentes.
Este sistema, interesante y razonablemente eficiente, ha mostrado, en cambio, una limitación muy grave en el caso de la pandemia del coronavirus. Los propios incentivos del sistema -esto es, gestionar bien para así ascender- generaron aquí otro incentivo perverso, que era el de no querer alarmar para no asumir así responsabilidad alguna en el origen de la pandemia. China, en vez de favorecer esa alerta temprana que hubiera salvado miles de vidas y evitado millones de contagios en todo el mundo, optó por silenciar y represaliar a los médicos que primero alzaron la voz para avisar del peligro que acechaba por culpa de un nuevo agente infeccioso. Eso, en una sociedad democrática y liberal, con instituciones sólidas, no habría pasado, y el propio sistema de equilibrios y controles habría bastado para alertar de la epidemia desde el primer foco de contagio.
No se trata, al modo de Trump, de culpar al «virus chino», ni de pasar una factura retrospectiva por lo ocurrido, sino de poner las cosas en su justa medida a la hora de analizar las virtudes y los defectos de cada forma de gobierno. La democracia liberal tiene muchos defectos. Pero siendo intelectualmente honestos, no cabe aquí culpa ninguna si de reflexionar sobre las causas de fondo de la pandemia hablamos. Debido a sus libertades, a su garantismo jurídico, a sus plazos más largos, es cierto que la democracia es procedimentalmente más lenta, y si se quiere menos eficaz, ante determinados tipos de males. Pero aquí cabe otro matiz clave.
Es cierto que la hiperactividad y la eficiencia inmediata de China producen una fascinación difícil de obviar, y que muchas de sus medidas generan una sensación inmediata de control y seguridad, aspectos muy demandados hoy en día. También es cierto que su sistema permite a sus dirigentes planificar a largo plazo sin las angustias cortoplacistas de las democracias, que han de reivindicar su legado cada escasos años. Pero si ponemos todos los elementos en la balanza, creo que las democracias están mejor preparadas de lo que pensamos para afrontar las transformaciones necesarias, aquellas que requieren adaptarse a un mundo digital, tecnológico y, a su vez, amenazado por el calentamiento global. Nuestro enfoque es más preventivo y, por tanto, más apropiado para las amenazas del presente y del futuro en la sociedad global. Y nuestra legitimidad también es mayor a la hora de solicitar cambios a los ciudadanos en la medida en que ellos tienen voz y voto, y no se conforman con una legitimidad de resultados.
No soy ingenuo, soy consciente de las enormes debilidades que han presentado y presentan las democracias desde hace años. Pero una democracia en crisis es, precisamente, aquella que no se percibe en crisis, la que no siente la necesidad de mejorar y adaptarse a los retos cambiantes, a las nuevas circunstancias, porque se cree en forma. Por eso, cuando escucho o leo sobre la crisis de la democracia, lo que percibo es que la democracia está funcionando, cuestionándose a sí misma para así evolucionar. Es posible que sea demasiado optimista.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.