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Después de 16 años de Angela Merkel como canciller al frente del gobierno alemán, tantos años como Kohl y más que Adenauer, con las elecciones en Alemania del pasado 26 de septiembre se ponía fin a la gran coalición de 2017 entre los ... conservadores de la CDU-CSU y los socialdemócratas del SPD. El resultado abre posibilidades de una nueva coalición con presencia de tres partidos que deberán sumar 368 escaños del Budestag (el 50%).
El ganador de las elecciones ha sido el socialdemócrata del SPD y su candidato Olaf Scholz, antiguo alcalde Hamburgo y vicecanciller y ministro de Finanzas en la gran coalición, que se ha presentado como un político solvente que ofrece experiencia de gestión, moderación, confiabilidad y capacidad de diálogo. Ha insistido en sus compromisos de aumentar el salario mínimo, garantizar las pensiones e incluir la protección del clima en la política industrial. Ha superado el riesgo de que la socialdemocracia alemana se convirtiera en la tercera fuerza política del país y no dará volantazo alguno como pretendió Corbyn con el laborismo británico. El candidato socialdemócrata interpreta el éxito del SPD como la necesidad de un cambio en algunas de las políticas de la República Federal de Alemania y mantendrá el discurso socialdemócrata de reforzar el Estado de bienestar, atender a las urgencias de los más necesitados e intervenir en un mundo globalizado donde los mercados desregulados intentan imponer sus reglas.
En la opción de gobierno más posible, se trataría de hacer compatible el programa de la socialdemocracia con el de los liberales del FDP y su candidato Christian Lindner defensores de la empresa privada, la bajada de impuestos y el rigor presupuestario y el programa de los Verdes liderados por Annalena Baerbeck que defienden un ambicioso plan de gasto público para acelerar la transición ecológica. Los tres comparten las líneas fundamentales de la política exterior alemana. Las negociaciones entre los tres partidos durarán un tiempo. Hace cuatro años Merkel necesitó seis meses para cerrar una gran coalición. Los acuerdos postelectorales suelen ser bastante detallados, lo que condiciona la iniciativa del canciller. Pero cuando ve asentada su posición, se le permite imprimir acciones de liderazgo dentro y fuera de su país. Eso explica el balance positivo de la era Merkel.
La CDU con la CSU de Baviera y su candidato Armin Laschet, siguen defendiendo que solo ellos representan la estabilidad y la confianza, los valores centristas que supo defender Angela Merkel.
El resultado de las elecciones en Alemania, el país con mayor población y la mayor economía de la Unión Europea basada en las exportaciones, marcará la agenda de la Unión en temas como la fiscalidad, los equilibrios presupuestarios, los retos migratorios y la proyección de Europa en la política internacional. Vistos los resultados, se impone la lógica de un tripartito donde los liberales y los verdes decidirán si el próximo canciller será Scholz el candidato socialdemócrata (206 escaños) o Laschet el candidato de la democracia cristiana (196 escaños). La escasa diferencia entre los dos grandes partidos (un 25,7% de votos frente al 24,1%), deja abiertas las posibles opciones. Si los Verdes (118 escaños) se sienten más cercanos al SPD, los Liberales (92 escaños) se inclinan más hacia la CDU. Los Liberales, que hace cuatro años, dijeron no a una coalición con la CDU y los Verdes, ahora se manifiestan preparados para asumir responsabilidades de gobierno.
La herencia de Angela Merkel deja la estabilidad como principio para avanzar en la construcción europea, apostó por una economía alemana expansiva basada en el comercio exterior y con su compromiso por la austeridad entre 2010 y 2015 intentó salvar el euro, amenazado por la recesión, aunque finalmente aceptara la intervención del Banco Central Europeo dirigido por Mario Draghi para financiar la deuda de los países más afectados por la crisis. También será recordada por su política de acogida a 800.000 refugiados en 2015 y tuvo la habilidad de apoyar los fondos europeos mutualizados para hacer frente a los efectos de la pandemia, quizá, como ha escrito Sami Naïr, «su más importante aportación al proyecto europeo».
Merkel y su ministro de Finanzas Olaf Scholz estuvieron de acuerdo en cómo hacer frente a los graves daños ocasionados por la pandemia para no romper el mercado único y ambos estuvieron de acuerdo en la emisión billonaria de deuda mancomunada para afrontar esos daños. El candidato liberal aceptó esa tesis, pero sin renunciar a recuperar pronto las reglas fiscales.
El cambio climático aparece como otro desafío del próximo gobierno alemán. Alemania tiene fama de país ecologista y de priorizar la protección del clima, pero sigue explotando recursos generadores de CO2. Casi una quinta parte de la electricidad producida en Alemania se consigue quemando hulla y lignito. Alemania adoptó en 2011 el compromiso de abandonar la energía nuclear, antes de abandonar el carbón cuyo final se ha fijado para 2038. Aún falta tiempo para que las renovables produzcan la energía que necesita el país.
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