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La paradoja de los gemelos elabora una tesis de Albert Einstein y un ejemplo ofrecido después por el físico francés Paul Langevin. Einstein afirmó que si, a partir de dos relojes sincronizados, uno se aleja rápidamente del otro, veremos que al regresar se ha ... atrasado respecto del que se quedó. Langevin explicó que un viajero espacial que abandonase la Tierra en un cohete a casi la velocidad de la luz, para volver más tarde, podría verificar que lo que para él han sido dos años de viaje, para el planeta han sido doscientos años de historia. Más que paradoja o contradicción, cabe aquí hablar simplemente de un efecto natural que la teoría de la relatividad conceptualiza y varios experimentos han confirmado. Esto quiere decir que el gemelo que se quedó en la Tierra será mucho más viejo que su hermano cuando este regrese.
¿Hay en la vida oficial de Cantabria efectos que cuadren con esta relatividad temporal? Podemos pensar metafóricamente en ella como esas situaciones en que el tiempo de la administración es muy lento respecto del ritmo requerido por la sociedad. Este desajuste, que en física puede ser interesante, en política es causa de un enorme problema, que es la pérdida de eficiencia y oportunidades de una sociedad, y un frecuente despilfarro de impuestos que salen del sudor de los trabajadores. Pongamos algunos ejemplos de este relativismo temporal en la autonomía de Cantabria, con noticias cuya tinta apenas se ha secado.
Ribamontán al Mar ha descorchado la botella de cava porque finalmente ha visto aprobado el plan urbanístico que comenzó a tramitar en... 2006. Este municipio rural costero de Cantabria ha tardado 15 años, pues, en renovar la ordenación de su territorio, es decir, de organizar su desarrollo económico, social y ambiental. ¿Recomendaría usted este modelo a un país que estuviera informándose de qué tipo de legislaciones urbanísticas son más eficaces, para elegir la mejor de ellas? ¡Vade retro! Es una barbaridad y un fracaso espectacular, sobre todo de los propios principios que sustentan dicho proceso. Entre ellos, esa idea absurda, realmente distópica, profetismo secularizado, del perfeccionismo urbanístico-social, que lleva aparejado el principio garantista (claro, la perfección hay que garantizarla perfectamente) de la tramitación interminable, enciclopédica, kafkiana. Eso de que lo mejor es enemigo de lo bueno recoge un sentido común que no inspira a nuestra administración.
Otro ejemplo: la EDAR de la Vuelta Ostrera, que, al cabo de los eones, los milenios y los viajes interplanetarios de la administración española de todo nivel, ahora viene a ser sustituida, según reciente propuesta, por otra a solo 300 metros de la anterior, y gastando otros cerca de 100 millones de euros del contribuyente. Sin embargo, para casi todo el mundo de la comarca han sido siempre evidentes dos cuestiones. La primera, que el emplazamiento donde se ubicó en su día era óptimo, lo que se demuestra inapelable al impulsarse otra allí mismo, después de haber dado más vueltas que el tiovivo de Pombo. La segunda cuestión, que el impacto ambiental de la EDAR ha sido muy positivo, con el retorno de los salmónidos al Saja-Besaya, tanto como para prevalecer sobre cualquier defecto administrativo de la tramitación, y lo propio hubiera sido desde hace ya muchos años continuar la obra con un emisario submarino. Este es otro fracaso ostentoso de todo el sistema garantista, que se pasa veinte pueblos con los boletines oficiales y dilapida el dinero de los trabajadores y los empresarios de este país.
Y ni mucho menos escasean titulares de esta clase. Por ejemplo, se retoma en Torrelavega el proyecto de piscina olímpica ¡veinte años después! Si se necesitan dos décadas para hacer un proyecto de una piscina, sobra el ayuntamiento entero y la autonomía en su parte deportiva se lo tendrá que hacer mirar. No es de recibo ese tiempo de gemelo astronauta que se ha ido de farra galáctica mientras el otro se queda envejeciendo velozmente. ¿Hay que preguntar por el PSIR de Las Excavadas o la integración ferroviaria, que ya pertenecen a los tomos amarilleados de cualquier hemeroteca? ¿O por los casi veinte años en que no se ha desarrollado ni un solo proyecto importante de energías renovables en Cantabria? ¿O por una autovía Aguilar-Burgos que fue impulso de un ministro de Aznar, es decir, contando cuatro presidencias del Gobierno hacia atrás?
Una pregunta que deberemos de formularnos todos, después de cuarenta años de autonomía y más de democracia, de normativas complejísimas y supercalifragilísticas en las tres administraciones, que nos quieren convertir a nosotros, imperfectos españoles, en unos individuos auténticamente perfectos y redondos como la verdad de Parménides de Elea, es si todo esto es soportable muchos años más, sin que se produzca una rebelión cívica en formas crudas de voto al más gamberro, o de insumisión pícara a unas instituciones cuyo tiempo es el del astronauta de Langevin que se aleja meteóricamente del tiempo de la gente normal, terrestre. Pues no solo es que se haya generado una Cantabria oficial y una Cantabria real, algo que sí se percibe de manera cada vez más áspera en los meses del covid, sino que se han generado además dos tiempos distintos, y en el de la sociedad las cosas no se suelen resolver, o nunca en tiempo. Y por esos calendarios es cara la vivienda, los jóvenes tienen que emigrar o subemplearse, muchos autónomos y pymes las pasan canutas y se va creando una región cuya trayectoria y perspectivas andan muy lejos del potencial que podría realizarse, si la cultura político-administrativa fuera la del astronauta que se queda al lado de su gemelo para echarle una mano, ambos en un mismo reloj.
Si existe un Houston del ciudadano, lector, pagano de estos calendarios de Pedro Picapiedra, querremos que llame inmediatamente a esa cosmonave donde políticos, funcionarios y algunas ociosas fuerzas vivas creen, por no haber leído a Einstein ni a Langevin, que su tiempo es el tiempo del ser. Pues no: es mucho más frecuentemente el tiempo de la nada. Se debe corregir.
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