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Hay un cierto paralelismo entre la reivindicación de Gibraltar por España y las reivindicaciones territoriales de Marruecos. España se apropió de los territorios donde hoy se encuentran Ceuta y Melilla en 1640, Gibraltar es territorio inglés desde 1713. Un lapso de más de ... tres siglos es históricamente más que suficiente para legitimar su consideración como territorio nacional en ambos casos, de acuerdo al derecho internacional. Sin embargo, ello no quita para que España siga reclamando la devolución de la Roca y Marruecos la descolonización de ambos enclaves. Hay más, Marruecos fue un protectorado español entre 1912 y 1956, fecha en la que Marruecos recuperó la independencia y desde entonces no ha cesado de reclamar el Sáhara occidental, colonia española hasta 1975, y las dos provincias españolas en África.
La clave del actual contencioso entre Marruecos y España se encuentra en el Sáhara occidental. Ese es el premio gordo en este sorteo. De hecho, es probable que Marruecos quiera utilizar Ceuta y Melilla como moneda de cambio para que España cese de apoyar al pueblo saharaui. En el suelo del Sáhara existen minerales como el fosfato, cada vez más estratégicos; pero últimamente se habla de yacimientos de tierras raras y tungsteno, imprescindibles para las nuevas tecnologías. Todo ello hace muy atractiva su anexión por Marruecos, que ya controla el 70% del Sáhara occidental.
España ha apoyado la autodeterminación del pueblo saharaui porque, en el improbable caso de que lo consiga, espera que la industria española goce de una situación privilegiada en justa correspondencia. La estrategia de Marruecos es la bien conocida en política internacional como la del enemigo lejano. El enemigo lejano, Estados Unidos, es preferible al enemigo cercano, España; si, por otra parte, se consigue la ayuda del enemigo lejano para derrotar al cercano no cabe duda de que esa es la mejor opción.
Las cosas así, Marruecos le ha ofrecido a EE UU los mismos privilegios que los saharauis a España, a cambio de su apoyo para quedarse con todo el Sáhara occidental. Caben pocas dudas de que esta es la razón por la que EE UU ha decidido apoyar a Marruecos, no sólo en el Sáhara sino en el asunto de Ceuta y Melilla. La razón, también, de que Marruecos se muestre dispuesto a establecer relaciones diplomáticas con Israel, enclave esencial de la política americana en Oriente Medio.
Esta es la situación en la que España se ha encontrado de manos a boca. La democracia se termina en las fronteras de cada nación, de ahí para afuera rigen un conjunto de normas orientadas a la defensa de los intereses vitales de cada cual. Ética, moral y demás valores esenciales para la convivencia, de por sí muy maltratados en las políticas nacionales, brillan por su ausencia en la política internacional. Ya ni siquiera una política de bloques (excepción hecha de la Unión Europea que, por otra parte, se ve constantemente obstaculizada por los ramalazos nacionalistas de sus miembros) sino una política de puras relaciones bilaterales y coaliciones ad hoc, de geometría variable, donde los amigos de una anterior se ven enfrentados en la siguiente. Incluso la OTAN ha dejado de funcionar como un bloque compacto según cuál sea el asunto sobre la mesa.
En el asunto de Gibraltar España ha aprovechado el 'Brexit' para que, quien siempre se comportó con neutralidad en este asunto, tomé decidido partido a su favor. En Ceuta, Melilla y el Sáhara. España confía en que la UE también tome su partido en esta ocasión. A la larga, la alianza de Marruecos con Estados Unidos podría inclinar la balanza decisivamente. La presencia de Borrell en Bruselas, como alto representante de los asuntos exteriores de la UE, sin duda va a ser de gran ayuda ¿pero qué ocurrirá cuando termine su mandato?
Por si fueran pocas las pulgas que aguijonean al perro flaco, en España hay un problema adicional: no existe un frente común de los partidos nacionales en materias vitales de asuntos exteriores. Es esta una anomalía que se viene arrastrando como mínimo desde la guerra de Irak. Tradicionalmente todos los países hacen causa común frente a los conflictos exteriores (aunque últimamente también esto empieza a fallar en las democracias occidentales), en España no ha existido nunca. Todo vale para darle leña al mono de turno, véanse las reacciones ante un documento de estudio como 'España 2050'; ni siquiera la visión a muy largo plazo suscita la cooperación.
Y una pulga más. Los países de la Unión Europea dependen penosamente de Turquía y Marruecos para contener la emigración ilegal. No existe una política migratoria coherente, bien equilibrada y mejor financiada. La UE se conforma con poner paños calientes a Turquía y Marruecos.
El problema migratorio se va a volver cada vez más crítico a medida que arrecie el cambio climático, pero la sempiterna miopía de nuestros políticos siempre lo pospone para que lo solucione el próximo gobierno.
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