Pasado explosivo presente
CANTABRIA POSITIVA ·
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CANTABRIA POSITIVA ·
Los artefactos desactivados estos días en San Felices de Buelna y San Pedro del Romeral son señal de aviso y símbolo de los peligros de la memoriaPrimero fue una granada tipo piña en el monte Cuera de San Felices de Buelna. Después un señor proyectil de 75 milímetros en San Pedro del Romeral, pepino metálico que según los Tedax conservaba todo su poder destructivo. Cada año tienen que desactivar ... miles de artefactos de una guerra civil que terminó hace 81 años. El pasado de España sigue siendo explosivo en el presente. Quién sabe si, como en una novela, el proyectil lanzado por Fulano en 1937 podría acabar dando un disgusto serio de salud a su único bisnieto Fulanín y así se comprometiera la continuidad de sus genes. Sería entonces verdad aquello de Shakespeare: «El mal que hacen los hombres suele sobrevivirlos, el bien es frecuentemente enterrado con sus huesos». Precisamente huesos es lo que se va a encontrar en cantidades significativas cuando se emprenda el (incomprensiblemente demorado) programa de CSI para exhumar e identificar los restos de víctimas de la guerra civil y la represión concomitante. Pero, ¿no deberían estar también ahí los Tedax del espíritu, para que los huesos sean gesto de reparación y conciliación, y no como un explosivo que reabra heridas de ya casi un siglo?
Europa en general tiene un problema terrible con su pasado, pero no por falta de investigación histórica, sino por exceso de manipulación política. Una pléyade de escritores reclama a Macron que no lleve al Panteón los restos de los poetas Rimbaud y Verlaine, porque sería «normalizarlos» patrióticamente. Muchos historiadores, encabezados por Pierre Nora, han protestado contra la intención de las «leyes memoriales» de amenazar a la comunidad científica o al ciudadano libremente opinante que no comulgan con la interpretación del pasado que los políticos aprueban en el Parlamento. En vez de estudiar Historia del Derecho ahora será forzoso estudiar Derecho de la Historia, porque lo importante sobre el pasado ya no son los enunciados sino las sentencias, que le pueden caer al propio historiador como discrepe de la mayoría que escribe los boletines oficiales.
Vienen los proyectiles de la memoria. No la recuperación de los restos, que tenía que haberse completado hace ya mucho; no el recuerdo a los exiliados, pérdida irreparable de energías. Nada de esto: lo que puede explotar es el sentimentalismo. Justo aquello de lo cual la investigación histórica seria lleva dos siglos apartándose para acercarse al valor de una ciencia de lo humano en el tiempo. Como bien podrían explicar los Tedax, no se puede manipular impunemente los explosivos del pasado. Son peligrosos. Aún demasiadas personas no soportarían meter en la batidora el balance paradójico del filósofo Julián Marías (republicano joven, represaliado por ello): «Los justamente vencidos, los injustamente vencedores». Esto no interesa, porque, ¿cómo se podría llevar a nadie a las urnas con semejantes, bah, teoremas?
Miles de españoles siguen esperando el caótico Ingreso Mínimo Vital, cobrar el caótico ERTE, ser atendidos por la descoyuntada sanidad pública, ser reconocidos y no a título póstumo en su grado de dependencia. Se están usando los proyectiles del ayer para tapar con su ruido expansivo estos proyectiles del hoy. Pero es un grave error tomarlos como fuego de artificio: son munición real, como el odio que los lanzó y que pugna por salir de la tierra como el brazo en el último plano de la terrorífica película 'Carrie'. La verdad histórica ha de ser una señora extremadamente antipática, a la vista de las pocas amistades que tiene, o poseer infinidad de asas, pues todo el mundo la coge por donde le conviene. Va a necesitar artificieros.
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Ana del Castillo
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