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Une la Plaza Porticada con la calle Rualasal. En memoria de la calle de su nombre que el incendio del año 1941 para siempre se ... llevó. Antaño, partía de la plazoleta de la Puntida. Y su presencia en el callejero se remonta al tiempo previo de la ocupación francesa de la ciudad por las tropas napoleónicas. Lo documentó Manuel de Asas y Lereño (1813-1880), un erudito a quien pocos han leído y nadie cita. En un manuscrito santanderino que en Berlín papeleteó, cuenta que el 20 de mayo de 1808 estaban los ánimos locales muy excitados por las Pastorelas antinapoleónicas que el obispo D. Rafael Menéndez de Luarca enviaba a los párrocos para que las leyeran y comentaran en los púlpitos. Y hete aquí que, apremiado por un retortijón de tripa, en dicho día un chavaluco se bajó los calzones y defecó en plena calle del Arcillero. El criado francés que cuidaba la casa en cuya puerta dejó la propina le dio un pescozón, diciéndole: «Anda, susio, que ya se os hará limpios». Patrióticamente, el padre del chico se enfrentó al francés, a torta limpia. Con la llegada y participación en la reyerta de más vecinos se armó la Marimorena. Tocaron las campanas a rebato y los ánimos se encresparon. Seis días después, las autoridades se erigieron en Junta, nombrando presidente al Obispo. Se armaron unos 800 hombres junto a unos pocos soldados de profesión. Y tan improvisada tropa fue confiada al teniente coronel del provincial de Laredo, D. José Velarde, a quien dicha Junta eligió por general. Así y aquí, por «una cagada de nada», con perdón, se inició la Guerra de la Independencia. A despecho de incrédulos, Assas aclara: «El criado francés que dio la bofetada al muchacho y fue por tanto causa del alzamiento de Santander se llamaba Pablo Carreyron. La calle en que pasó fue la del Arcillero». Y del 'cagonuco' ni media palabra más.

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eldiariomontanes Pasaje del arcillero