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Entre tempestades electorales se nos desaperciben algunas instantáneas. Hace días un pastor del Asón nos presentaba a su nuevo sarruján virtual. Un dron que vigila ... los rebaños en las cumbres que hasta porta un zurrón que lanza comida a los perros pastores. El ingenio es, probablemente, más útil que las predicadas 'smargaitas' capitalinas y, encima, no requiere tanta propaganda.
El dron ovejero reúne tres tópicos: el emprendimiento (se le ocurrió al propio ganadero), la innovación tecnológica y la España vaciada. Un mantra que se ha ido repitiendo hasta convertirse en imprescindible muleta de cualquier discurso. Vecinos de la Cantabria vaciada, aquí se están despoblando veinticuatro municipios y alguien os debe una explicación.
En realidad la iniciativa es puro sentido común. Es más, ha sido capaz de desarrollarse sin la inversión de Sodercan y sin el bautismo inglés 'smartrural'.
Para manejar el sarruján virtual –eso sí– los pastores tienen que sacarse un carné de conducir drones. Ahora también se imparten 'cursos de actividad pastoral', no precisamente en sentido eclesiástico. Ya hay escuelas de pastores. No descarten que pronto alguien exija un certificado oficial de capacitación, un título de FP o que, incluso, cuatro señores que no habrán visto una oveja en su vida examinen para grado medio de sarruján y grado superior de pastor.
Al vacío rural se suma el drama del cambio climático. Pese a los esfuerzos de las élites económicas y políticas por ignorar esta realidad para mantener nuestros privilegios utilitaristas, los científicos y los ecologistas no estaban exagerando. Cada vez es más corta la primavera. Aunque ésta se nos está haciendo larga con tanto ruido político.
Allí arriba, en la Cantabria vacía, se oye el silencio. Desde el cielo, el dron pastor puede ver con más claridad la cartografía electoral. Refulge el verde del éxtasis revillista. Amanece un nuevo socialismo que crece, tras prolongado barbecho, sin la sombra del PRC. Ciudadanos necesita una gesta en Santander para vencer el ocaso. La mayor perplejidad es el ecosistema propio del Partido Popular, que celebra la derrota con alborozado entusiasmo. Escribió Horacio: El pueblo me silba, pero yo me aplaudo.
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