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Hoy es el funeral corpore insepulto o corpore praesente de Benedicto XVI, el pastor sabio de la Iglesia Católica, el intelectual católico probablemente más preclaro del último siglo en la búsqueda de la razón para el camino de la fe que, además, fue capaz de ... explicarlo bien para ayuda del privilegiado que tiene y disfruta de la fe de Cristo y también para aquel otro buscador que no la posea pleno de dudas. «La Iglesia no quiere imponer a los demás lo que no comprenden», decía en su libro 'Sin Raíces'.
Sobre todo se esforzó en el auxilio de estos últimos en el mundo cristiano europeo que él recorrió paso a paso cuidando de sus sólidas raíces que hoy algunos quieren negar inútilmente. Lo hizo ante el universo cristiano desde el púlpito de múltiples foros en sus ocho años de pontificado .
También en España, admirando nuestras tradiciones religiosas: en Compostela abrazando al Apóstol Santiago, en Valencia ante La Geperudeta, virgen de los Desamparados, su patrona; desde Barcelona extasiado ante el modernismo religioso de Gaudí y su Sagrada Familia o en pleno Madrid, acompañado de los jóvenes católicos del mundo entero en una vigilia inolvidable en medio de una tormenta que no retrasó un ápice la ceremonia ni la comunión del Santo Padre con los muchachos que, tras su llamada, habían acudido desde todos los rincones de la tierra.
Así fue gastando sus fuerzas hasta que con generosidad sin límites se retiró a los 85 años para dejar paso a un nuevo Papa -con fuerzas renovadas ante los retos nasciturus de la Iglesia- con el que supo convivir con la discrección y obediencia debidas dando ejemplo de humildad al mundo en la difícil convivencia de dos pontífices. Uno emérito, que vivía de forma austera en un convento a dos pasos del Vaticano, y otro en ejercicio. Todo sin haberse provocado la más mínima disgresión, la más mínima ingerencia, que no debió de ser camino fácil para la convivencia en un mundo cristiano tan universal como perseguido.
Tampoco en nuestro país, donde todavía hoy se observa en tertulias radiofónicas o televisadas manifestaciones de mentes pequeñas, generalmente poco ilustradas, que usan la ironía con intención malsana a través de lo que conocemos como 'boca pequeña' insinuando cierta laxitud de Benedicto XVI ante la pederastia en el gobierno de la Iglesia, cuando fue el primer látigo en su pontificado y su mayor frustración.
La 'boca pequeña' se usa mucho hoy en el anticlericalismo militante, sobre todo por los enemigos de la Iglesia Católica que quieren desprestigiar en esta ocasión al Papa Ratzinger, más conservan cierta precaución para la crítica frontal al evitar fajarse ante la razón cara a cara que sería honesto, queriendo convertirlo de esa manera en descrédito clandestino, con crítica de 'mala catadura' que quiere hacer daño ante la figura imponente del Papa emérito desaparecido en días de duelo en la cristiandad por la pérdida del que será probablemente un nuevo santo de la Iglesia elevado a los altares con el paso del tiempo.
Ahora toca insinuar cosas sobre Benedicto XVI y su pontificado cuando fue él quien marcó el camino a los católicos de todo el mundo a través de sus escritos, sus libros, sus discursos, sus tres encíclicas y su visión inteligente de la sociedad que le tocó vivir. Una mirada intelectual y profunda de nuestro mundo que solo él tenía y nos fue contando con nitidez. Fue un Papa incómodo para las corrientes dominantes de ese momento en occidente denunciando el abandono de muchos de nuestros valores más recios.
Lo hizo ante temas fundamentales difíciles de abordar, en la defensa de la vida sobre todo y en la consiguiente condena del aborto y la eutanasia, en la advertencia sobre el necesario control en la experimentación genética, en la definición de la familia formada por la unión de un hombre y una mujer, en el derecho de los padres para que los hijos reciban educación religiosa... Todos mensajes que ahora mismo no son bien recibidos en la sociedad occidental ni muchas veces a nuestro alrededor, con la gente anclada en el bienestar y en el consumo y sin que dispongamos de voces -sobre todo en nuestro país- ni de corrientes de pensamiento discrepantes que lo denuncien, tal y como acertadamente reclama desde su autorizada voz el antiguo embajador de España en la Santa Sede, Francisco Vázquez. Todo un ejemplo de quien tuvo el privilegio de conocer en cercanía al Papa Ratzinger durante su misión diplomática y hoy es voz en su defensa y en la lucha ante esta verdadera pandemia del relativismo y sus secuelas con la imposición a 'machamartillo' de modelos sociales minoritarios.
Disculpen el atrevimiento, pero quisiera sugerirles a los que todavía no lo hayan hecho, que lean sin límites y en profundidad sus libros, sus encíclicas que no fueron muchas, sus escritos, sus intervenciones que parecen de lenguaje divino y, sobre todo, sobre todo, su libro en cierta manera biográfico en la búsqueda de la Verdad sin límites: 'Jesús de Nazaret', imponente obra de cabecera para el universo católico que le mira desde el bautismo en el Jordán a la transfiguración y retrata la verdadera identidad de Jesús que nos presentan los Evangelios. Sin duda lo disfrutarán.
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