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El patrimonio como bagaje constituye en sí mismo uno de los distintivos más característicos de cualquier sociedad y, por supuesto, de toda ciudad. Pero, siendo así, también la ciudad tiene una importantísima aportación en el contenido de ese patrimonio al que es muy fácil ... atribuir numerosos calificativos, como el de cultural (el más típico), pero también los de artístico, histórico, industrial, arquitectónico, paisajístico, etnográfico y muchos otros más. Ha sido este el objeto concreto de las primeras jornadas dedicadas a esa íntima relación entre 'Patrimonio y Ciudad', celebradas los pasados días 13 y 14 de septiembre en la sede de la Fundación Botín a instancias de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Santander y dirigidas por Karen Mazarrasa.
A lo largo de ellas salió a la luz otro adjetivo menos común en relación con el patrimonio: el de 'incierto', dando título a la conferencia del arquitecto y director general de Urbanismo municipal, que abordó la necesidad de rescatar al patrimonio, de Santander y de Cantabria, de esa calificación, volviéndolo conocido, seguro y verdadero, los tres conceptos de los que le apartaría su consideración como incierto. Hay que desvelar el patrimonio, hay que inventariarlo, hay que protegerlo, hay que hacerlo seguro frente a las posibles ac(tua)ciones sobre él, y hay que reconocer como patrimonio obras cuya escasa antigüedad quizá hagan pensar que no están aún benditas por la pátina del tiempo, pero, como se expuso en su charla, hay muchísima obra con menos de cien años de historia pero merecedora de su consideración patrimonial.
Antes de esta ponencia ya habían presentado sus posiciones miembros de la universidad, como los profesores Luis Sazatornil y Gerardo Cueto, hablando del patrimonio presente en los frentes marítimos de las ciudades y del propio patrimonio industrial así caracterizado, cuya relevancia es tan potente en este tipo de ciudades que, como Santander, han mantenido siempre una convivencia fundacional con su 'portus' y que la mayor parte de ellas aún mantiene hoy en día. También lo había hecho el paisajista (o jardinero, como también le gusta denominarse) Luis González-Camino, que expuso su experiencia profesional sobre las ciudades blandas (verdes), beneficiadas por la presencia masiva (podría decirse) del paisaje en el interior de las mismas, en calles e interiores de manzanas, donde lo verde, lo natural, lo blando en cuanto a urbanización, prevalece frente a la impermeabilización asfáltica o granítica de los suelos del espacio público. Ganar terreno a los pavimentos y tratamientos duros en cuanto al concepto de la introducción del paisaje en el interior de la ciudad, y no solo con nuevos parques sino haciendo que su trama urbana sea ganada por la naturaleza y por el detalle delicado en la concepción de los pequeños espacios y rincones cívicos, constituiría uno de los pasos mayores en el camino hacia la mejora de la calidad de vida ciudadana y de la salud global de la ciudad.
Se trata de un campo donde las reclamaciones cívicas son fundamentales, puesto que la ciudadanía es plenamente conocedora de sus entornos inmediatos (y también de otros que no lo son tanto) y no cae en esa incertidumbre que legalmente parecería afectar al patrimonio digno de catalogación, sabiendo muy bien cuándo y sobre qué elementos ha de desplegar sus acciones reivindicativas para conseguir que el patrimonio (en el fondo, su patrimonio) perviva más allá de tratamientos hostiles o, cuando menos, poco respetuosos. Aurelio González-Riancho abordó estos aspectos que fueron reforzados también por la experiencia (europea y ciudadana) de Cristina González Cortines, con interesantes reflexiones sobre cómo hacer de la agenda urbana un hilo de reflexión capaz de abrir perspectivas de acción también en este mundo del patrimonio cívico.
César Ruiz-Larrea fue otro de los ponentes que, con un amplio bagaje de actuaciones arquitectónicas y urbanísticas en su práctica profesional, señaló la necesidad de abordar la problemática de la defensa del patrimonio (como la del urbanismo y muchas otras) con un cambio de iniciativas respecto a las armas y medios de actuación de los que se dispone actualmente en la legislación. La reflexión y la imaginación como herramientas básicas e imprescindibles para buscar soluciones en esta materia de la protección de los patrimonios cívicos que, en ocasiones, son tan difíciles de lidiar por las constricciones que los marcos legales ofrecen y el encorsetamiento de la acción administrativa en supuestos donde, muchas veces, la urgencia de actuar se da un fuerte encontronazo con la lentitud de las administraciones.
En todo caso, 'Patrimonio y Ciudad' ha servido para abrir la puerta a un interesante e importantísimo debate sobre aquello que define las raíces y la esencia de una ciudad, que fortalece los lazos de identidad de las personas con ella y que, a la vez, refuerza el sentimiento de pertenencia de la comunidad hacia sus propios valores de todo tipo representados por ese patrimonio.
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